Los malvados árbitros

Otro entrenador se suma a la poco honrosa lista de aquellos que le echan la culpa de sus derrotas a los árbitros. Sí, esos conspirativos seres que se dan modos para arruinar nuestros sueños de gloria y ponerse de parte de los rivales. Son más malvados que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y más poderosos que el Opus Dei y el imperialismo juntos. Y, según Su Majestad, incluso son caretucos porque se tragan el silbato en lugar de pitar los penales.

¡Paparruchadas! Los árbitros no juegan, no fallan en los mano a mano, no salen mal en los tiros de esquina, no lanzan el balón al maizal, no pierden las marcas ni tampoco deciden los cambios. Se equivocan, y se equivocarán siempre, porque son humanos y deben tomar decisiones en fracciones de segundo sin la posibilidad de revisar un video, como en otros deportes.

Ridículo o no, son las condiciones de este juego. No hay más remedio que prepararse para ganar con claridad y autoridad. Si no les gusta, pásense al béisbol.

En todo caso, en el caso particular de la participación de Barcelona en la Copa Libertadores de América, en realidad el equipo rindió dentro de las posibilidades del plantel, cuyo gran pecado no fue el penal que no le pitaron a Damián Díaz (hubo otro penal a Ariel Nahuelpan mucho más claro del que nadie dice nada), sino la incapacidad de sostener el resultado favorable en partidos tan cortos. Eso es todo.

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