Las rutinas cambian cuando juega la Selección. En las calles hay menos vehículos y ciertos sectores parecen abandonados porque los aficionados están en bares, restaurantes o pegados a los ventanales de los locales comerciales que tienen televisores prendidos.
Con el fútbol se paraliza una gran parte de la ciudad, en algunas empresas hacen jornada única para presenciar el juego, otros lo miran desde sus mismos puestos de trabajo, pero en La Vicentina no dejan de entrenar.
En ocasiones, una simple práctica puede hacer la gran diferencia entre una medalla a escala local o internacional. Por eso ayer, a la hora que la Tri visitaba a Colombia en el diluvio de Barranquilla, los escenarios de la Concentración Deportiva de Pichincha estaban llenos de gritos y sudor, como si fuera un viernes por la tarde cualquiera.
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En la pista de atletismo se preparaban medio centenar de deportistas. Una decena más ensayaba en la zona de tiro con arco. En el Polideportivo, donde confluyen otras disciplinas, también hubo movimiento. Las pesistas de potencia levantaban como cada tarde el doble de su propio peso. Los seleccionados de taekwondo ensayaban sus contundentes patadas y los judocas sus derribes… En el Polideportivo parecía que nadie estaba pendiente del desempeño de la Tricolor, pero no era así.
En medio del sonido de los cuerpos que caían una y otra vez sobre la colchoneta había un televisor Led de 23 pulgadas sobre un escritorio. Los luchadores son fanáticos de las llaves, los derribes, pero también del fútbol, sobre todo de la Tri.
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Mientras Vinicio Zuleta, el entrenador, supervisaba las prácticas de 18 seleccionados que ensayaba en parejas, el televisor estaba prendido.
El también entrenador Napoleón Dávila llevó la TV para no perderse las partes claves del cotejo. Ambos guías deportivos, apasionados de la lucha, reconocen que la Tricolor representa al país.
Freddy Vera, campeón nacional de lucha, se emociona cuando los jugadores de la Tri dejan todo sobre la cancha.
Aún más futbolero es Alejandro Párraga, quien hasta dos meses jugó en las menores del Independiente del Valle. Ante la pregunta de qué deporte prefiere, ¿fútbol o lucha?, no atinó a responder porque los dos disciplinas son su pasión.
Aunque la mayoría de los luchadores estaba expectantes por el juego, eso no hizo que la jornada fuera menos intensa.
Cuando el partido comenzó tampoco tuvieron respiro sobre la colchoneta de 24 x 12 metros. En cada descanso, mientras tomaban un respiro, miraban la TV. Cuando el juego comenzó Jefferson Paladines, de 17 años, levantó el puño en alto. Luego se dio vuelta y continuó la práctica.