La mañana del 18 de enero del año pasado, Rolando Jácome acudió al Complejo del Deportivo Quito, en Carcelén. Quería volver a jugar luego de una inactividad de tres meses.Jácome, o el ‘Payasito’ como le apodaron los hinchas de Deportivo Quito, había actuado en el 2009 en Aucas. Pero fue una experiencia amarga.
En octubre de ese año, el mediocampista jugó el último partido en el que el equipo oriental descendió a la Segunda categoría. Las imágenes de la tarde de ese sábado 31 de octubre aún están presentes para el ex futbolista.
Jácome jugó el primer tiempo de ese cotejo en el estadio de Chillogallo, ante Atlético Audaz. Aucas ganó 4-0, pero otros resultados no le ayudaron y el plantel descendió a la Segunda. “Fue un momento muy difícil. En la cancha y en las gradas solo veía a gente derramando lágrimas”.
Por ello, su esposa Mónica Falconí le sugirió que dejara de jugar al balompié. Ella no quería que los aficionados lo insultaran. Tampoco que pasara por apuros económicos, algo que debió afrontar en el conjunto oriental.
Aún así, Jácome estaba decidido a volver a jugar y, por eso, el 18 de enero del 2010 acudió a la cancha del Quito. Habló con el entonces entrenador del equipo, el argentino Rubén Darío Insúa.
Entonces, Insúa ya había definido su plantilla y, después de una semana, el DT le dijo que no había espacio para él. “Las palabras del profe fueron muy duras para mí. Sentí, desde ese momento, que no tenía fuerzas”.
Jácome acudió donde el entrenador porque era admirado por los hinchas del Quito, tal como lo reconocen sus ex compañeros como Luis Fernando Saritama.
El ex volante optó solo por hablar con el entrenador. “Nunca hablé con los dirigentes porque creía que habría sido una falta de respeto al DT Insúa. Pero ahora me doy cuenta que los jugadores deben tener un empresario. De lo contrario no se tiene opciones”.
Su cónyuge Mónica, quien es fisioterapista, y el club Chacarita lo ayudaron a superar su desmotivación. Al equipo de la Segunda categoría acudía los sábados y domingos para jugar los cotejos.
Luego, decidió abandonar totalmente el fútbol. Entonces, en septiembre del año pasado, su hermano Omar Jácome lo ayudó. Él recuerda que le habló sobre Adolfo Barzola, ex preparador físico del equipo azulgrana.
Entonces, Barzola era coordinador del British School Quito, instituto educativo ubicado en las periferias de la capital.
Barzola había conocido a Jácome en su época de futbolista. Por ello, le pidió que se incorporara al centro educativo. Jácome hoy tiene 32 años y se siente en condiciones para volver a jugar.
En el British halló refugio. La mañana del pasado 24 de marzo, Jácome entregaba chalecos y enseñaba a sus alumnos a patear correctamente el balón.
Sus pupilos correteaban por la cancha y formaban círculos en una cancha de césped. Esa es una de las actividades que Jácome ha aprendido a compartir desde que dejó el balompié.
Su rutina de trabajo empieza a las 11:00 y culmina a las 16:00, de lunes a viernes. Pero, aún así, él cree que podría volver a jugar. “Me siento en condiciones”.