Ningún equipo del país ha crecido tan rápido. En el 2005, los empresarios Michel Deller y Santiago Morales disfrutaban haciendo barra a sus hijos en el equipo infantil Crack y se preguntaban, con la mano en la barbilla y mirando a las nubes, cuánto costaría armar un equipo profesional y cómo sería dirigirlo.
Siete años después, Deller preside y Morales gerencia un equipo que arrasa en divisiones menores, que acoge en su complejo a 120 jugadores entre 12 y 18 años de diversos sectores del país y cuyo equipo de Primera pasó de la Segunda categoría a líder de la Serie A.
Morales reconoce que Independiente del Valle ha sido un meteoro. El plan original era ascender a la Serie A en el 2012. Ahora el equipo, comandado por Carlos Sevilla, lidera por tercera semana consecutiva el Campeonato, algo que jamás había conseguido esta entidad, que en las dos temporadas anteriores luchó para no descender a la B.
Hoy es inevitable soñar con la posibilidad de obtener un cupo para la Copa Sudamericana, otro boleto para la Libertadores y, por qué no, el título nacional. Son estupendas perspectivas, imaginar el final de la temporada con un vestuario volcado en un festejo histórico. Pero Morales no desatiende los 120 sueños que se cultivan en las divisiones inferiores, donde llegan niños de todo el país en busca de una oportunidad para hacerse futbolistas.
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En el Departamento de Salud Mental. Víctor Guamán supervisa una sesión con Erick Castillo. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO
Desde el inicio, Independiente del Valle fue concebido como una fábrica de jugadores a nivel de formativas, pero con un proceso que deje al jugador algo más que lecciones para cobrar un tiro libre. El club acaba de lograr un convenio para funcionar como extensión del colegio 15 de Noviembre y graduar bachilleres.
En Independiente se respira fútbol pero también compromiso y disciplina. En todas las paredes del complejo hay frases de motivación. Quizás la más sugestiva es la del filósofo Nietzche: “Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes”.
Ahí trabajan cinco profesores (María Teresa Beltrán, Alexandra Zurita, Rodrigo Chalco, María José Espín y Santiago Calapaqui), que educan a los jugadores en las materias. Es una labor ardua porque los chicos, al provenir de lugar tan diversos, no tienen los mismos conocimientos educativos y hay que nivelarlos.
Emerson Espinoza viene de Guayaquil. Llegó hace tres meses y está en la Sub 12. Quiere ser como Carlos Puyol, el defensa del ‘Barca’ de España, pero su nivel de matemáticas no es el adecuado. Con cariño, María José Espín supervisa sus restas.
Algunos adolescentes entran sin saber leer ni escribir. Por eso, María Teresa Beltrán, quien lleva un año en el club, se inscribió en el programa de alfabetización.
Esta disparidad académica, unida al desarraigo, genera problemas. El psicólogo Víctor Guamán es un hombro para que los jugadores se apoyen, pero también para que aprendan a superar sus conflictos. Guamán realiza un sistemático y continuo estudio para mejorar la concentración y manejar su temperamento. Incluso juega ajedrez con ellos, para enseñar que cada movimiento, tanto en la cancha como en la vida, tiene consecuencias.
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Los tutores Juan Ferigra y José Antonio Yáñez se encargan del cuidado de los jugadores y de la disciplina, pero también de llevarlos a museos y a eventos educativos. Para Yáñez, la recompensa es verlos crecer día a día.
Morales es consciente que solo un puñado alcanzará una carrera en el fútbol profesional, pero le basta con saber que los esfuerzos del club están encaminados a generar ciudadanos de bien. En todo caso, el club da prioridad a los jugadores de su cantera para el equipo de Primera.
Cuando Deller asumió el control del club, el presupuesto fue de USD 300 000. Ahora es de USD 3 millones, de los que el 25% es destinado a las formativas. Liga de Quito maneja un presupuesto de USD 8 millones.
El dinero sale de los patrocinadores, pues las taquillas todavía son marginales. El jefe de Mercadeo, Gabriel Portilla, afirma que el club cada día se posiciona como una marca del valle de Los Chillos y de Sangolquí, y que los hinchas crecerán gracias a la labor en las formativas.
Nadie conoce el futuro. Pero Morales dice que, más allá de los títulos que se ganen o se pierdan, el club tiene un sendero claro gracias a la experiencia de los directivos como empresarios. No hay derroches. La nómina es liviana (27 colaboradores, además de los cuerpos técnicos) para la toma rápida de decisiones. Y el líder tiene la pasión para tirar los vagones: Deller siempre está en los partidos de las categorías juveniles, a veces se toma un helado con ellos y puede enumerar los nombres de cada chico del “Futuro campeón del Ecuador”, como reza el lema oficial del club desde el 2006.
Para algunos, el futuro de Independiente del Valle ya llegó.
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