Los hinchas chullas se llenaron de paciencia en las boleterías

En los exteriores del Atahualpa.     Los hinchas hicieron hasta tres horas de fila por sus boletos.

En los exteriores del Atahualpa. Los hinchas hicieron hasta tres horas de fila por sus boletos.

Desesperación. Ese es el término para definir el estado de la hinchada del Deportivo Quito por conseguir ayer una entrada para la finalísima del campeonato nacional, el sábado a las 12:00. Fue el segundo día de la preventa.

La noticia de que en la víspera se vendieron 12 000 entradas movilizó a mucha gente. Ayer, los hinchas azulgranas demostraron que no son muy madrugadores. Los primeros en aparecer en las afueras del estadio Atahualpa lo hicieron entre las 06:30 y 08:30. Incluso, los vendedores de camisetas, chicles y refrescos llegaron tarde. Ni qué decir de los taquilleros, que ingresaron al estadio a las 10:25, entre la rechifla de la gente y el grito de “muevan diputados”.

Y no era para menos. Mucha gente observaba con fastidio, nerviosismo e insistencia sus relojes. Es que la dirigencia anunció que las boleterías se abrirían a las 10:00. La tardanza de los encargados del despacho de tiques sí molestó. Pero hubo paciencia.

A la hora de la verdad, con todo y atraso por supuesto, la extensa fila comenzó a movilizarse lentamente, en medio de gritos y el ir y venir de unos cuantos policías que lograron imponer cierto orden. Quienes tenían el sitio 100, aproximadamente, de un momento a otro pasaron a ocupar el 300, los que iban por el 300 el 600 y así… Es que los que hicieron fila colaron a los familiares, a los amigos, a los amigos de los amigos y hasta a los acérrimos contrarios (había hinchas de distintos equipos, no habría cómo afirmar si del Emelec, incluso de la Liga entre los interesados en comprar). Sobre la hora de inicio no faltaron el “¡qué más hermano!, ¡casi no llego!, ¡qué bestia!”. Y, para completar el panorama, los revendedores acaparaban las entradas.

La casi totalidad de hinchas fueron uniformados. Camisetas, gorras, banderas, chompas y calentadores sirvieron para que fueran identificados como tales .

En la fila, un hombre joven de traje azul y corbata roja rogaba que le permitieran comprar una entrada entre los primeros.

Lo peculiar fue la gran presencia de amas de casa, que haciendo malabares cargaban bebés o llevaban niños pequeños de la mano, pugnando, gritando, entre empujones, porque a la dirigencia no se le ocurrió abrir una taquilla exclusiva para mujeres con niños o embarazadas. Aunque sí hubo para la tercera edad y para discapacitados.

Viviana Gallardo, una esmeraldeña de 35 años de edad, vestía la camiseta del Quito y llevaba en los brazos a Emilio de 1 año y 7 meses, su hijo, quien también lucía la oficial azulgrana. El niño permaneció dormido en el auto como hasta las 09:00, en que fue por él. Desayunaron fruta. “Ayer la fila era interminable. Soy hincha del Quito, en parte por mi esposo y porque una vez me confundí entre la barra y me encantó”.

Quienes lograron su recibo, tras al menos tres horas heroicas, no ocultaron su alegría, aunque con un gesto de conformidad decían: “y ahora el viernes…”. , día del canje de boletos desde las 08:00.

En fin, para los azulgranas fue una ocasión para ver caras conocidas, saludar, desearse suerte, posar para las cámaras de los diarios y de la TV, comer mote con chicharrón y soñar con el título.

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