Jhonny Pinoargote no pudo viajar a Portoviejo para ver al Emelec de sus amores llevarse la copa. Pero gritó como si hubiera estado en las gradas del estadio Reales Tamarindos.
En la intersección de la calle Boyacá con la avenida 9 de Octubre, en pleno centro de Guayaquil, unos 50 hinchas azules se concentraron frente a un televisor plasma de 60 pulgadas, de esos que cuestan unos USD 2 300. Ahí, frente a ese local de electrodomésticos, la estrella 11 les llegó al paso la tarde de este domingo 1 de diciembre.
Como a Pinoargote, quien caminaba con su enamorada cuando escuchó el pitazo final del encuentro ante el Manta. Y la explosión azul se armó en plena vía.
En la vereda, la hinchada formó una pequeña Boca del Pozo, una copia de la barra brava del equipo eléctrico. Agitaron banderas, soplaron bocinas a todo pulmón, desgarraron sus gargantas con coros mientras veían a los jugadores del Ballet Azul dar su vuelta olímpica a la distancia.
“¡Emelec ya es campeón, Emelec ya es campeón, aunque llore Barcelona y la p… madre que lo parió!”. Y un grupo de jovencitos, vestidos de blanco, atravesó la masa azul.
“¡Se viene la verdadera fiesta del año!”, gritó uno de ellos. La respuesta la dieron sus acompañantes. Y no, no precisamente tenía que ver con el fútbol. “El cumpleaños de nuestro Señor Jesucristo”, coreó el resto.
El grupo cristiano, que proponía rescatar el verdadero sentido de la Navidad, pasó fugazmente, repartiendo unas volantes. Y la barra del Bombillo se volvió a encender.
Hugo Soriano llegó sonando el claxon de su auto Lada plomo. Lo estacionó, sin temor a una multa, en una zona prohibida, frente a las narices de un vigilante y se bajó para brincar con su esposa y sus dos hijos.
Ellos y otros hinchas que pasaban por la 9 de Octubre se volcaron a la calle para celebrar. “Y llora, y llora, y llora Barcelona…”, gritaban a los transeúntes que pasaban a los costados, con camisetas amarillas escurridas sobre sus hombros.
El barcelonista Félix Morán rezongó, pero en voz baja. “¿Campeones?, ni ganaron. Hasta un penal se comieron” y aceleró el paso.
Una media hora después de finalizado el cotejo, la marea azul contagiaba a más caminantes. Algunos esperarán hasta la noche para recibir al 11 titular en la ciudad del Astillero.
Hasta entonces, el epicentro de la fiesta fue la 9 de Octubre. La Comisión de Tránsito cerró dos cuadras de esta avenida para los festejos. La Policía Nacional también llegó para controlar el fervor eléctrico.
A Jhonny Pinoargote no había cómo perderle la pista entre la multitud. Esta mañana, cuando despertó, supo que celebraría el triunfo. Así que le pidió a un peluquero que le grabe una estrella y el número 11 en el cráneo. “Ya desde el miércoles sabíamos que la copa era nuestra”.