La canción Juana Peña, de Héctor Lavoe, dejó de sonar cuando el árbitro Tomás Alarcón pitó el inicio del partido. Juan Carlos Solís apagó su tocadiscos de vinilo y subió el volumen a su televisor marca JVC, que lleva funcionando cerca de 45 años, según cuenta.
Eran las 11:30 y las calles José Estrada Coello y 2º Callejón del barrio Cuba (sur de Guayaquil) quedaron vacías y en silencio. En las casas ya no se escuchaba el ruido de los equipos de sonido tocando salsa, bachata o vallenato. La música fue reemplazada por el relato de Alfonso Laso.
La familia Solís se había preparado con anticipación para ver la primera final del Campeonato. Se despertaron a las 07:00, una hora antes de lo habitual, para colgar sobre una de las ventanas de la casa una bandera azul con el escudo de Emelec y un póster del equipo que participó en la Copa Libertadores de este año.
Los Solís son una familia integrada por 15 miembros, incluidos hijos, sobrinos y nietos. Todos llevaban puestas camisetas del equipo eléctrico de distintas épocas: 1990, 2001, 2005 y 2010.
“Aquí se nace y se muere azul”, gritó de repente Ernesto Solís al tiempo que hacía sonar una vuvuzela azul que minutos antes había ido a comprar a la Bahía (zona comercial de Guayaquil).
El almuerzo ya estaba listo. Las tareas de la casa se habían adelantado. Sobre un mesón de la cocina había decenas de filetes de carne y chuletas listas para ser asadas y el congelador de la nevera estaba completamente lleno de cervezas. Todo había quedado listo el sábado por la noche.
A una cuadra, en las calles José Estrada Coello y 5 de Junio, se encontraba la tradicional salsoteca de Miguel ‘Cortijo’ Bustamante. Ahí, en una pantalla de 52 pulgadas, Carlos Esterilla veía el partido con un grupo de amigos con los que minutos atrás había disputado un partido de fútbol de un campeonato interbarrial.
Sobre la mesa tenía un tarrina de encebollado que abrió y empezó a comer cuando se inició el segundo tiempo del compromiso. Pero dejó de hacerlo cuando, a los 50 minutos, Miler Bolaños abrió el marcador para los albos.
En ese momento hizo la tarrina a un lado y se dedicó únicamente a tomar cerveza. Movía los pies constantemente cada vez que Liga generaba peligro. Pero su reacción fue peor cuando Bolaños hizo el segundo gol. Se levantó de su silla, se fue y la música se volvió a escuchar en el barrio Cuba y en la casa de los Solís.