La ansiedad es normal y suele desatarse cuando algo importante está por venir: el beso de la cita en el cine, la entrega de calificaciones o una final de fútbol. Pero el entrenador Carlos Ischia acumula tanta experiencia, tantos partidos decisivos, ha visto tanto fútbol con sus ojos claros ya rodeados de pliegues, que la final de hoy entre su equipo, el Deportivo Quito, y Emelec no lo altera y no lo pone nervioso.
El presidente del Deportivo Quito, el empresario Fernando Mantilla, está admirado de la enorme tranquilidad que en todo momento transmite Ischia, un argentino distanciado de los estertores de entrenadores patéticos, de esos que venden puños al aire y frases bélicas.
En el avión hacia Guayaquil para la primera final, el domingo pasado, Mantilla se confesó ansioso y preguntó al entrenador si también sentía lo mismo o al menos un cosquilleo. “Para nada, no es mi primera final”, fue la respuesta del entrenador.
Ischia ha ganado y perdido desde 1992, cuando empezó como asistente del mítico DT Carlos Bianchi en el Vélez que arrasó en la Copa Libertadores y luego derrotó al AC Milan por la Copa Intercontinental de 1994.
Estuvo con Bianchi hasta el 2002, cuando aceptó dirigir a Vélez y comenzar su carrera en solitario. ¿Por qué se separó si hacían buen equipo? Porque Ischia es de los que predican que la gente debe tener metas altas.
En el 2008 ganó el título con Boca, a pesar de que el mismísimo Diego Maradona (con quien Ischia jugó en un amistoso ante Australia) dijo que no era el DT que los xeneizes necesitaban.
Para cerrarle más la boca al ‘Pelusa’, Ischia también ganó la Recopa, los últimos logros de Boca hasta el reciente campeonato.
Mantilla reconoce que trabajar con Ischia ha sido espléndido por todo lo que la experiencia de un entrenador de su currículum ha puesto en la ‘AKD’. Al principio fue sorpresivo que Ischia de entrada dejara en claro que los directivos chullas, hasta entonces acostumbrados a tener “algo de injerencia” en el cuerpo técnico, ya no podían interferir en las decisiones del DT.
Mantilla también destaca la frontalidad de Ischia para discutir los problemas del equipo. “No tenemos plantel para jugar con éxito la Serie A y al mismo tiempo la Copa Sudamericana. Elija, señor presidente, a qué le doy prioridad”. Mantilla escogió el torneo nacional.
El entrenador ha logrado ser querido en el plantel. El lateral Juan Carlos Paredes lo califica como un padre. Bueno, muchos siempre dicen eso de su DT, quizás por compromiso. Pero la ‘Hormiga’, que hoy se pierde la final por una suspensión a pesar de un excelente año deportivo, insiste en la figura paternal: “Te escucha, detecta si algo te sucede, habla contigo”.
El defensa Luis Checa, que busca su tricampeonato con el Deportivo Quito (también obtuvo un título con El Nacional), resalta el respeto que su entrenador inspira en el plantel. Hay una mezcla de autoridad, pero no la de una mano severa sino la de una educadora.
Cuando Ischia da una orden y señala un punto de la cancha, es imposible olvidar que esa misma mano que guía a Saritama, que apoya a Minda, que aplaude a Bevacqua y que fortalece a Martínez es la misma que alguna vez guió, apoyó, aplaudió y fortaleció a estrellas como Chilavert, Asad, Pandolfi, Trotta, Palermo, Román Riquelme, Tévez, Viatri…
Ischia no se envanece con su hoja de vida. No considera que su experiencia sea una ventaja frente al novato Marcelo Fleitas, el DT de los emelecistas que solamente ha dirigido tres cotejos.
Tampoco se siente como el autor principal de la campaña de los chullas: cuando el Quito se clasificó para la final, Ischia reconoció en público la labor de su antecesor, el DT Fabián Bustos.
El uruguayo Víctor Manuel Battaini, encargado de las divisiones menores del Quito y una de las glorias de los chullas, está seguro que a Ischia también le ayuda no solo su aprendizaje con Bianchi y el rodaje que ha tenido después, sino también su pasado como futbolista.
De su época de jugador en el Junior de Barranquilla conserva, además de una fotografía en la que todavía tenía cabello, su amistad con Edgardo Bauza, entrenador de Liga de Quito, quien animó a Ischia a optar por una aventura en Ecuador.
Isaac Mina, otro de los zagueros chullas, admira la disciplina de Ischia, quien impuso reglas innegociables al grupo. El argentino heredó de Bianchi la convicción de que el cuidado personal y el descanso ayudan al futbolista, así que en el tramo decisivo de la segunda fase ordenó que los azulgranas se concentrasen un encierro que hoy, para alivio de sus familias, termina hoy.
Ischia también ordenó a los medios. Impuso un calendario de atención a los periodistas en que los jugadores, el cuerpo técnico y él mismo tienen un día fijo para dar declaraciones. Ischia lo cumple, aunque las preguntas repetitivas lo ponen mal genio.
La disciplina también se la impone a sí mismo, incluso en metas más íntimas como la de bajar de peso. Ha perdido algunas libras desde que llegó a Ecuador, según él gracias a sus suplementos alimenticios.
Hoy, Ischia busca en el Atahualpa un título que le dé su primer éxito con un club del exterior. Pero también busca la ratificación de una de sus convicciones: el azar no gana los partidos.