El ex futbolista que no puede mirar los partidos del Mundial

Eddy Morillo tiene 25 años y en su adolescencia tuvo la oportunidad de llegar a ser futbolista profesional.

Fue marcador izquierdo en las divisiones inferiores del Deportivo Quito y de Liga de Quito pero a los 18 años optó por estudiar y ahora administra el Metro Café de la capital, un restaurante en el sector de La Mariscal, en el norte, que permanece abierto las 24 horas todos los días del año.

No se arrepiente de aquello. Ama el fútbol, pero para él y su familia eran importantes los estudios. ¿Habría podido llegar a la Primera división? No lo sabe, aunque entiende que ganarse un puesto era muy difícil. Le queda, al menos, disfrutar cuando patea una pelota con sus amigos y ver por televisión un buen partido.

Morillo está sentado en la barra del bar, frente a un televisor de alta definición con la transmisión en vivo del cotejo entre Portugal y Corea del Norte. Son las 06:31 y el encuentro ha comenzado.

Mientras el equipo del afamado Cristiano Ronaldo trata de superar la defensa coreana, Morillo se concentra en una computadora portátil, que está sobre la barra.

A pesar de su gusto por el fútbol, él no levanta la vista y cuadra la caja para entregar el turno, que lo inició a la medianoche de ayer.

A las 06:59, es decir cuando transcurrían 29 minutos del primer tiempo, Raúl Meireles anotó el primer gol para Portugal. Morillo apenas si regresó a ver la anotación. A las 07:00 ingresó Patricio Bassante, el primer cliente de la jornada matutina. “A veces estamos tan ocupados que no podemos ver ni la repetición de los goles”, comenta, mientras se levanta para atender al cliente.

Morillo le ofreció una mesa y le preguntó si quería ver el fútbol. Bassante se colocó frente a la pantalla gigante y aprovechó el desayuno para observar el partido y cerrar un negocio con un cliente suyo que llegó a las 07:07.

Hasta las 08:15 que finalizó el encuentro, con la victoria de Portugal por 7-0, atendió a 10 comensales en el local.

Morillo, muy atento, les ofrecía la carta, les tomaba el pedido y luego les servía el café.

El apasionado por el fútbol casi no observó el partido de ayer. Pero ya está acostumbrado.

Lo mismo le ha ocurrido con los encuentros de sus selecciones favoritas, Argentina y Brasil, en los cuales tampoco pudo ver más que la repetición de los goles, en los noticieros de la noche, sin disfrutar, como le gustaría a un ex futbolista, de todas las incidencias de los partidos.

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