Lo llamaron “el súper domingo”. Fue una expresión muy débil para lo que realmente fue. Hubo que vivirlo con algún tranqulizante, un té de tilo, algo que se aliviara el estado de ansiedad que se vivía. El resumen del final del Torneo Clausura Argentino es que Arsenal de Sarandí, una ciudad del sur del Gran Buenos Aires, quedó campeón por primera vez en su historia, y que Banfield se sumó a Olimpo de Bahía Blanca, en el descenso.
Pero la fecha fue mucho más que eso. Siete partidos debieron disputarse a la misma hora porque muchas cosas estaban en juego. No era necesario ser hincha de alguno de los equipos involucrados para sentir el vértigo que imprimía la radio: el grito de gol, el de casi gol, la transmisión que saltaba de un estadio a otro, enloquecía a cualquiera porque en cada partido había que inevitablemente fijarse en el otro.
Arsenal fue campeón al ganar a Belgrano 1-0. Pero tuvo que esperar algunos minutos para saber que Tigre, ambos con 35 puntos, empataba con Independiente 2-2. A su vez, Tigre, que jugaba para ser campeón estuvo pendiente de otros partidos para no jugar la Promoción para mantener la categoría.
Si salvarse de la Promoción era el gran objetivo de Tigre, llegar a ella era el acto de fe de los hinchas de San Lorenzo, que se aferraban a un milagro. Quizá por su nombre de santo le fue finalmente concedido. Del descenso directo en que se encontraba, necesitaba ganar y que perdiera Atlético Rafaela o
Banfield. Rafaela finalmente ganó como visitante a Godoy Cruz 3-1, pero Banfield caía en casa ante Colón de Santa Fe 0-3.
Boca que esperaba también resultados adversos de Arsenal y Tigre, no pudo con su rival. Ocupado más en la Copa Libertadores, jugó con un equipo alterno. Y así le fue: perdió 3-1 con All Boys, en Floresta (oeste de la ciudad de Buenos Aires).