Usualmente las tardes de los domingo en Sudáfrica presenta escenarios en la que el fútbol y el critcket se dividen a los aficionados.
Los deportistas profesionales convocan a sus seguidores. Los blancos llenan los estadios de rugby y cricket. Los negros abarrotan las canchas de fútbol.
Esas es la Sudáfrica de hoy, democrática por fuera, pero con tensiones aún sin resolverse.
El apartheid, el odioso régimen de discriminación racial, se acabó en 1994, pero las divisiones entre blancos y negros no han desaparecido del todo y se notan con claridad en los estadios.
Lo curioso es que, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, solo los blancos jugaban al ‘football’. Ya se habían fundado los clubes. El primero fue el Pietermaritzburg County (1879), conformado por descendientes de europeos que jugaban contra equipos improvisados de los batallones de los colonizadores británicos.
Luego llegaron el Pioneers FC , el Natal Wasps, el Durban Alpha y el Umgeni Stars. Como el territorio aún no estaba unificado en un Estado, los intentos de organizar ligas y torneos se limitaban a las provincias. La primera fue la del Transvaal, que se jugó desde 1889 y que contó con la participación del club Rangers, el cual sobrevive hasta hoy.
Los negros no se quedaron atrás y fundaron el Orange Free State Bantu Soccer, que en 1898 fue el primer equipo sudafricano en jugar en el extranjero.
El racismo que se consolidaba en el sistema legal se replicó en los torneos. Sudáfrica tuvo, desde 1903, una liga exclusivamente para descendientes de la India. En 1933 se creó la Liga Bantú, para equipos negros.
Esa separación racial generó la exclusión de Sudáfrica de los campeonatos oficiales. Paradójicamente, la Asociación Sudafricana de Fútbol es fundadora de la Confederación Africana de Fútbol. Los africanos expulsaron de su organización a Sudáfrica en 1956. La FIFA excluyó a los sudafricanos en 1976.
Estas suspensiones generaron que el fútbol sudafricano no evolucionara como el de sus vecinos, que comenzaron a asistir a mundiales y a colocar jugadores en los poderosos clubes de Europa. Los sudafricanos, condenados a jugar entre ellos, se estancaron.
La liga profesional blanca existe desde 1959, pero ninguno de sus 12 clubes fundacionales existe en la actualidad. El fervor de los negros por el fútbol obligó a los equipos blancos a crear una liga multirracial, tolerada por la dirigencia del apartheid debido a los ingresos que generaba. Ahí también se cumplían las disposiciones del apartheid: los negros iban a un sector específico del estadio.
El fin del apartheid en 1991 generó que todas las asociaciones de balompié se unificaran en la nueva Asociación Sudafricana de Fútbol, que fue admitida en la FIFA en junio de 1992.
El renovado fervor permitió a los equipos nacionales (ya se podía hablar de una sola nación, con Nelson Mandela como presidente y una bandera para todos) alcanzar algunos éxitos. Los mayores fueron clasificarse a los mundiales de Francia en 1998 y Corea/Japón del 2002 y ganar la Copa de África de 1996.
Una década después, la euforia se evaporó. Mandela había logrado que la población se uniera en torno a la (odiada por los negros) Selección de Rugby, que ganó el Mundial de ese deporte en 1995. Que los negros apoyaran a un equipo conformado casi en su totalidad por blancos, y cuya camiseta verde era el símbolo de la opresión, fue un milagro que no se está repitiendo en este 2010.
Mandela ya no es presidente sino un populista, Jacob Zuma, quien carece del liderazgo del Premio Nobel de la Paz. Pero la gran razón de esto es que los prejuicios no han sido superados.
La división quedó clara en la Copa de las Confederaciones del 2009 (el torneo de ensayo para el Mundial a jugarse desde el próximo mes), con los blancos ricos negándose a asistir a los partidos mientras los negros alegraban las tribunas con sus ‘vuvuzelas’, unas trompetas escandalosas.
Para colmo, el equipo nacional luce muy débil. Se teme que se convierta en el primer anfitrión eliminado en la primera fase de un Mundial. Claro que, si el combinado logra clasificarse, es posible que el milagro que Mandela logró una vez vuelva a ocurrir: el de blancos y negros tocando las ‘vuvuzelas’ y haciendo fuerza por un mismo equipo nacional.