La final de los “Guay”, le dijo la hijita a un amigo, es que en realidad son muchas más las coincidencias que la terminación de la palabra derivada del guaraní. ¿Por qué? Los dos son equipos aguerridos con un juego similar, cuya característica nunca fue el juego de toque bonito o la manutención de pelota, al revés, siempre ha sido la fuerza, el temperamento y el primero defender para luego atacar el principio de acción que ha primado en estos equipos.
Históricamente ha sido muy difícil ganarle a Paraguay, hoy quizás la realidad pueda marcar una leve supremacía de los celestes, pero eso debe demostrarse en la cancha del estadio Monumental de Buenos Aires.
Uruguay viene bien, pero el rival va a ser molesto, le va a trabar el partido, no ha ganado pero no ha perdido, es más, ha ganado al fin de cuentas por penales, aunque eso poco tenga que ver con lo que pasó en cada 90 minutos de juego.
Si Gerardo Martino supera la amnesia en la que se encuentra y haciendo honor a su mentor Marcelo Bielsa, sale a ser protagonista, juega con tres puntas, presiona en el medio, toma hombre atrás dejando un líbero por delante y uno sobrando, sin dudas veremos una gran final.
Porque Uruguay no sale de su libreto, el que está desafinado es Paraguay, pero conociendo su temple y su garra es probable que jueguen mucho más de lo que han jugado hasta ahora.
En todo caso, más allá de las semejanzas, es hora que el fútbol tome la palabra para que los dos equipos muestren en la cancha las virtudes que los han convertido en los dos mejores de esta Copa América. Pero es un difícil pronóstico, que predomine el fútbol.