Carlos Acosta se colocó por encima de la camiseta roja, azul y negra, sus dos rosarios, uno de metal y otro de madera. Lo hizo como una cábala para que su equipo consiguiera la victoria, ayer en el estadio Olímpico Atahualpa.
Acosta, de 52 años, lleva consigo los rosarios desde el 2008, cuando los hizo bendecir en el santuario de El Quinche, aquella temporada en la que el Quito fue campeón tras 40 años de sequía.
El aficionado se ubicó a un costado de la Mafia Azul Grana, en la preferencia del Atahualpa, cinco minutos antes de que empezara la final de ayer entre el Deportivo Quito y el Emelec.
Hasta allí llegó agitado con su esposa y, ni bien encontró un lugar entre los miles de seguidores chullas, se puso a gritar. Los minutos pasaban y su club no podía imponerse. Acosta miraba al cielo y también coreaba con la mano en alto los cánticos de la ‘AKD’.
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Estaba nervioso, se movía y cada vez que los jugadores eléctricos tenían el balón él les gritaba a los suyos “presiona”, “cierra”, “aprieta”, casi descontrolado.
De cuando en cuando también se quitaba la gorra roja que le protegía del sol y se tomaba con las manos su cabellera cana.
Acosta es seguidor del cuadro de la Plaza del Teatro desde que tenía 5 años. Recuerda que un tío suyo, aficionado del Aucas, le llevó a observar el ‘Clásico del Pueblo’, entre los orientales y los chullas. Pero a ese pequeño, en los años 60, le gustó más la Academia. “Tuve la fortuna de verle al Quito campeón en 1968”, reconoció lleno de orgullo.
Entonces, cuando corría el minuto 35, de pronto los silbidos, gritos y aplausos desaparecieron y un silencio casi total inundó la preferencia. Era porque los hinchas del Quito se preparaban para corear su cántico más emblemático. Uno de los líderes de la Mafia Azul Grana, parado en el muro donde se colocan los seguidores que tocan los bombos y con la mano en alto, inició el grito: “Por el Deportivo Quitooo… ”.
Enseguida, al unísono, miles de voces, con toda la fuerza de sus pulmones y gargantas, corearon el tradicional ‘Y dale, y dale, y dale, Quito, dale…” que retumbó en el escenario deportivo.
Uno de esos seguidores también fue Joel Zambrano, de 5 años. El pequeño, vestido con camiseta y gorra de la ‘AKD’, movía con toda su fuerza el brazo derecho y gritaba como si de ello dependiera el resultado en la cancha. Joel estaba parado sobre el graderío, por detrás de su papá Sergio Zambrano, de 23 años.
Padre e hijo cantaban juntos, rodeados por un grupo de familiares y amigos. “Joel me pide venir al estadio”, contó orgulloso el padre, que tenía en su cabeza una gorra de lana, azul y roja, además de una bandera de cuatro metros que él mismo mandó a confeccionar en el 2008. Todavía le falta poner la leyenda sobre la bandera: “Desde que inició en la Plaza del Teatro”.
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En ese mismo grupo de amigos estaba Juan Jaramillo, oriundo del Valle del Chota, y seguidor de la ‘AKD’ desde los cuatro años.
Él tenía diseñado en su cabeza el escudo del Quito, ya con las cinco estrellas. “Me hice hincha desde niño, en el barrio de La Loma. Allí conocí a ex jugadores del Quito que me contaban la historia del club, de cómo nació en la Plaza. Ellos me contaban historias que me ilusionaron y desde ahí soy hincha del equipo”, reconoció con una sonrisa el aficionado de 34 años que ayer llegó con su esposa y sus dos hijos, todos apasionados de la ‘Academia’.
En otro costado de la preferencia, tres camisetas amarillas llamaban la atención. Eran José Luis Maigua, Pablo y Dennis Guamba, hinchas del Aucas. Los tres acompañaron a sus hermanos y otros parientes, del Quito, en el trascendental juego de ayer. “Estoy acompañando a la familia porque, como quiteño, quiero que el Quito vuelva a ser campeón”, reconoció con una sonrisa Maigua, de 23 años. Él es seguidor ferviente del cuadro oriental, tanto que este año acompañó a su equipo a todos los partidos en la Segunda categoría, excepto a los duelos en Gualaceo y en Durán.
“El Aucas volverá y se reeditarán tantos lindos partidos”, se sinceró el aficionado, que estaba rodeado de sus hermanos. Uno de ellos era Milton Acosta, de 34 años. “De mi familia estamos hoy (ayer) en el estadio, 70 hinchas del Quito. Estamos por toda la preferencia, solo mis dos hermanos y mi sobrino son las fallas y son del Aucas”, dijo en tono de broma.
Estos y otros miles de aficionados que ayer llenaron la preferencia, la general sur y la general nororiental saltaron, se abrazaron y hasta lloraron cuando el partido finalizó y el Quito ganó 1-0, con gol de Matías Alustiza.
La mayoría de los hinchas se quedó en el escenario para ver la premiación oficial a los jugadores. Uno de ellos fue Pedro Campos, de 65 años. “Soy seguidor del Quito desde que era Argentina. Este equipo siempre ha tenido garra. El Quito siempre ha sido corazón”, expresó el jubilado, con sus ojos nublados por las lágrimas.