La permanencia de Walter Chalá en el equipo ruso Rubin Kazan hubiese sido más difícil sin la ayuda de gente cercana. Uno de ellos fue su compatriota Cristian Noboa, quien nunca lo desamparó, fue su guía espiritual.
Noboa lo motivó en sus momentos difíciles. “Me invitaba a comer en su casa, me decía que jugar en Europa cuesta y que no debo desmayar”. En los primeros tres meses lo acompañó su padre, Walter Chalá, pero no se enseñó y retornó a Ecuador.
Durante su año de permanencia en Rusia, el futbolista de 20 años jugó cuatro cotejos amistosos con el equipo principal y “muchos” partidos en reserva. “Gané experiencia en Europa, aunque me costó acoplarme”. Él perdió un poco su timidez.
Chalá era el más joven del grupo de extranjeros. Aparte de Noboa, recibía ayuda de otros futbolistas que hablaban español. Cita a César Navas (español) Cristian Ansaldi (argentino), Carlos Marques (brasileño) y a Salvatore Bocchetti (italiano).
Según Luis Soler, técnico del Cuenca, fue un error llevarlo con 19 años a Rusia. El Rubin Kazan pudo haber invertido y dejarlo un año más en Ecuador. “En España o Argentina la adaptación es rápida por el tema del idioma, de la comida y costumbres”.
El DT argentino asegura que aún falta formarse como futbolista para alcanzar solidez y así encarar el fútbol europeo. Está seguro de que este año luchará la titularidad con Federico Laurito, Mike Rodríguez, Byron Cano, David Matute, Julio Angulo…
Chalá, de 1,82 metros de estatura y 71 kilos de peso, en Rusia vivía a 15 minutos del complejo del club. Recibió un departamento y un vehículo, que le servía para dirigirse a las prácticas. “Me iba solo y cuando tenía algún contratiempo le llamaba al traductor del equipo”.
Desde su portátil, vía Skype (videollamadas), todos los días conversaba con su familia para aplacar su soledad. En los contactos, su madre, Mariza Vásquez, lo animaba, pedía que se aguantara, que nada es fácil. La comida tampoco fue de su agrado porque “todos los días comía ensalada” y extrañaba la sazón costeña.