Los superclásicos no se terminan hasta que se terminan. Parece una frase hecha, pero con tanta verdad como redundancia.
En el primer duelo luego de su regreso a primera, River le ganaba 2-0 a Boca, con autoridad y justicia, pero sobre el final, los xeneizes marcaron la igualdad y acallaron a un Monumental que se preparaba para festejar.
River se apoderó del juego desde el inicio. No era para menos: un disparo de Leonardo Ponzio, de tiro libre, al minuto y medio de juego, rozó la red y despertó un júbilo de gol de todo el Monumental. La floja reacción de Agustín Orión desdibujó, quizás, la calidad del remate, pero el efecto fue el mismo, los millonarios, apoyados en el 1-0, se adueñaron del partido.
Luego, la banda siguió aprovechándose de la ineficiencia defensiva de Boca, que logró sobrevivir por la seguridad que aportó Guillermo Burdisso. Pero fue la rapidez de Rodrigo Mora la que desbordó las espaldas de Clemente Rodríguez y entendió el punto flojo de Boca.
En la delantera de Boca, en cambio, las ideas no enlazaban al punto de generar peligro en el arco defendido por Marcelo Barovero. La primera jugada de riesgo xeneize llegó a los 34 minutos: un débil cabezazo de Lucas Viatri que terminó en las manos del ex golero de Vélez y Huracán.
Así, el primer tiempo se diluyó entre la falta de ideas.
Luego del descanso, los roles se invirtieron. Con el DT César Falcioni expulsado por ingresar tarde, y con Lautaro Acosta en lugar de Clemente Rodríguez, Boca se vistió de protagonista. En pocos minutos puso a River en su arco y generó las situaciones más claras. Sin embargo, el pasar de los minutos aplanaron el duelo y el desorden se apoderó de la escena.
Boca siguió sufriendo en el fondo y, a los 25’, Mora marcó el 2 a 0. El uruguayo entró habilitado al área, eludió a Orión y definió de manera precisa para despertar el segundo grito de gol. River festejaba. Boca era acosado por la incertidumbre y la desazón.
Pero una luz de esperanza renació cinco minutos después. Lautaro Acosta cayó en el área millonaria y Lunati, acertadamente, cobró penal. Fue el uruguayo Santiago Silva quien realzó las ilusiones de los 5 000 hinchas que llenaron la tribuna visitante.
Ya con el tiempo de descuento en juego, y luego de una mala definición de David Trezeguet, Silva habilitó con el pecho a Erviti, que logró desprenderse de la marca de Botinelli y definió ante la salida de Barovero para sellar el 2-2.
El festejo fue xeneize. La desazón y la incertidumbre, millonaria. Parece una frase hecha, pero los superclásicos no se terminan hasta que se terminan.
En medio del juego, al menos 25 personas resultaron heridas, dos de gravedad. Dos empleados de una empresa de seguridad privada fueron internados en el Hospital Pirovano con heridas de gravedad sufridas al caer desde la tribuna Centenario Alta.