Nos despertamos y es cierto: ya estamos justo donde queríamos, en Sudáfrica 2010. Cuando uno es chico y comienza a patear una pelota, empieza a soñar. Lo hace imaginándose el mejor escenario del fútbol, un Mundial, único y fascinante. Seguro habrá que pasar por un montón de etapas, de las buenas y de las malas, pero hay algo que nunca tendrá que apagarse: la ilusión de llegar. Nunca.
Muchos de esos chicos que alguna vez se atrevieron y soñaron son ahora nuestros jugadores, que hoy andarán conviviendo con los nervios, la alegría y la pasión, entre otras cosas. El que logre aislarse de esos ruidos internos será aquel que podrá ser uno mismo y que dará lo mejor de sí en Sudáfrica.
Adivinar no es fácil. La Argentina siempre estará entre los candidatos por la historia y por el presente de cada jugador. En el primer partido jugamos ante una Selección equilibrada como es Nigeria. Me queda, también, la idea de que todavía puede haber una gran conexión, algo fundamental en el balompié.
En este equipo, la presencia de Diego Armando Maradona es importante. Él tiene algo muy especial: lo avala la historia, su don ganador, los títulos que logró con Argentina. Ojalá pueda transmitirla como entrenador en lo que va de la Copa. Por eso digo, que esa experiencia de jugar un Mundial hay que vivirla con intensidad. Hoy de nuevo aparecerán un montón de niños soñadores que querrán estar en algún momento en esas canchas. Por eso es necesario que tengan en cuenta que toda Argentina los está mirando. Sientan que cualquier esfuerzo es menor que la gloria que les espera.