Las integrantes de las selecciones que juegan el Sudamericano estudian en colegios y en universidades. La Tricolor se enfrenta a Paraguay desde las 19:15 del miércoles 17 de enero de 2018. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Las 220 seleccionadas que participan en el torneo Sudamericano Femenino Sub 20 se dan tiempo en las concentraciones para preguntar a sus compañeras sobre las actividades académicas en sus colegios. Las chicas, entre 16 y 19 años, tuvieron que gestionar los permisos para poder ausentarse durante un mes de las actividades estudiantiles y participar en el torneo juvenil.
En las cinco delegaciones del Grupo A hay historias de futbolistas que dejaron momentáneamente las aulas por las canchas. Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Argentina tienen en sus nóminas a estudiantes. Por ejemplo, la ecuatoriana Michelle Clarkin, delantera de 17 años, estudia en el Colegio Shenendehowa, de Nueva York (Estados Unidos).
Está en el último año para terminar su Bachillerato. Ella trata de aprovechar el tiempo libre para leer y preguntar sobre las tareas. La atacante cuenta que en su colegio destacaron su convocatoria y su participación en el Sudamericano.
Clarkin, hija de una manabita, guarda una publicación de redes sociales que hizo el colegio en noviembre del año pasado. “Tendrá mucho que contar, pues viajó con su familia a Ecuador y logró quedarse en la selección Sub 20, luego de unas pruebas”, publicó el establecimiento. Ella ya planifica su regreso a clases después de la participación con la Tricolor.
El cuerpo técnico de la DT Vanessa Arauz y la Ecuafútbol también ayudaron a las seleccionadas. Andrea Morán, la golera de la Tri, explica que desde que fue convocada ha tenido que justificar sus ausencias con los profesores del Liceo Cristiano de Guayaquil.
Joselyn Espinales, mediocampista ofensiva que hoy juega con la Tricolor ante Paraguay (19:15), admite que es difícil alternar los entrenamientos con los estudios. Ella se graduó el 2017 y eso le sirvió para ser parte de los 15 microciclos realizados desde mayo.
Arauz, que tuvo que planificar los entrenamientos de acuerdo con las jugadoras disponibles para las prácticas, reconoce que es difícil armar un equipo competitivo porque las chicas tienen que estudiar y entrenarse, pero no hay torneos oficiales exigentes donde adquieran un buen nivel. Ellas no reciben salarios y, en algunos casos, solo cuentan con apoyos económicos para movilización y transporte.
Hay seleccionadas que esperan el inicio del nuevo semestre en las universidades para inscribirse. Espinales aún está analizando qué carrera seguir. No le desagrada la idea de prepararse para ser entrenadora.
La golera Morán quiere seguir Educación Parvularia.
En otras selecciones también hay juveniles que se conectan a las redes sociales para estar al tanto de cómo avanzan en sus estudios. La guardameta colombiana Valentina Vivas explica que unas ocho seleccionadas de su país optaron por estudiar a distancia el Bachillerato desde el año pasado, por la exigencia de los entrenamientos y los partidos de sus torneos. “Jugamos cada fin de semana y en nuestros clubes nos motivan para prepararnos y ser profesionales. En la Selección también nos dan tiempo para estudiar”, contó.
El amor de Vivas por el fútbol nació en los patios del Colegio Gimnasio Fontana, de Bogotá. Allí empezaron a observarla los entrenadores de las selecciones juveniles. Se coronó campeona juvenil el 2016. Ese mismo año, se entrenó unas semanas junto a la Sub 17 de Colombia, donde llamó la atención del director técnico Carlos Quintero.
En sus inicios fue volante, pero luego se hizo golera.
Vivas y Nancy Acosta, otra seleccionada colombiana que estudia, comparten lecturas y ejercicios de matemáticas cuando tienen horas libres en la concentración. Quintero les aconseja aprovechar el tiempo y prepararse académicamente.