El tiempo se agotó. Gustavo Quinteros dividió en lugar de unir. Pocos directivos y jugadores comulgan con sus procedimientos. Y eso solo refleja la crisis por la que atraviesa la Tricolor.
Se suponía que él era un líder. Pero no lo fue. Él debió ser el puente entre los futbolistas con la sociedad y la dirigencia. Pero hizo lo contrario. Él llevó a los jugadores a un terreno incómodo, los exhortó a que vieran con desdén una potencial clasificación al Mundial de Rusia 2018. Además influyó negativamente en ellos. Eso es imperdonable.
Trabajó con desidia en la Tricolor. Y la única salida que tiene la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), también con una dirigencia con procedimientos erróneos, es rescindir su contrato. No hay otro camino.
Quinteros es uno de los técnicos mejores pagados en la historia del fútbol ecuatoriano. La FEF le paga a él y a su cuerpo técnico USD 1,6 millones anuales, de los cuales él se lleva más de un millón de dólares.
Además, él endilgó los errores a los seleccionados, sin asumir los propios. Y en el fútbol eso pasa factura. Es cierto que hay jugadores que han disminuido su rendimiento, con relación al primer año de la eliminatoria sudamericanas, pero también hay otros que crecieron. Esto es usual en el fútbol.
La Federación Ecuatoriana de Fútbol está en la obligación de rescindir el contrato de un entrenador que ha dividido el balompié del país.