La Copa América ha sido, en términos generales, una decepción. Equipos mediocres. Malos partidos. Estrellas millonarias que juegan como novatos. Arbitrajes espantosos.
Y, lo que es peor, la sensación de que los tramposos y los mañosos son más determinantes que los artistas o los estrategas. Ya no importa mucho quién quede campeón, porque el verdadero ganador ha sido el rival más peligroso de todos: la indiferencia.
Es cierto que la Copa está pagando por el extremo cansancio de los cracks, quienes arribaron a Chile luego de una de las temporadas más desgastantes que se tuviera memoria.
Pero eso es una cosa. Y otra que el fútbol de América, el nuestro, se esté rebajando tanto como para que la obsesión proctológica de un desconocido termine por ser más decisiva que un hermoso gol, una jugada colectiva o una inspiración. España tuvo el tiqui-taca. América tiene el temeto-eldedo, el tepego-loquequiero.
Quizás así somos. Se lo dijo el juez mexicano Roberto García al ‘Kun’ Agüero cuando el ariete reclamó por las patadas sin piedad que los colombianos repartían a los argentinos: ‘Esto es América, chicos’. Sí, esto es América, donde la desacreditada Conmebol ha velado menos por la pureza del fútbol y más por la pureza del oro, aunque los socios terminen presos en sus casas. Sí, ‘Esto es América, chicos’.