BSC ya no tiene a quién culpar

A estas alturas, queda perfectamente claro que Barcelona no será campeón por culpa de una tenebrosa conspiración electro-serrana de corte sangolquileño ni porque los 11 clubes rivales han sellado un pacto diabólico para impedir la estrella 15.

Si BSC no llega a la final será exclusivamente porque su equipo no poseía la jerarquía necesaria para sostenerse en el liderato, y punto. Y eso es muy llamativo, tomando en cuenta que el momento actual del Campeonato no se caracteriza precisamente por sus equipazos en el orden internacional. Ecuador, tanto en la Libertadores como en la Sudamericana, suma tres años de puestos mediocres. Otra vez, solo se ganan partidos y no títulos.

Fue el propio plantel canario el que falló con Manta en Machala, en una impresionante fiesta amarilla que se arruinó por no saber cómo vencer al colista; el propio equipo torero fue el que desperdició un penal en Rumiñahui y otro en la Casa Blanca, lujos que le han costado más que si hubiera comprado un Porshe.

Ni Octavio Zambrano ni Jorge Célico tuvieron que ver en los puntos perdidos ante el Cuenca (otro colero) ni en que el promedio de goles por cotejo sea el peor de los cuatro que encabezan la segunda fase. Haber satanizado a Espinel fue una exageración y un conveniente chivo expiatorio que, hoy mismo, ya no funciona.

Sin embargo, no todo ha sido tan negativo para Barcelona. El plantel rinde mucho más que con el inefable Carlos Ischia, han aparecido algunos valores y se ha dado –se sigue dando- más pelea con Rubén Israel, quien entró con mano dura pero que parece haberse ablandado cuando estaba en el liderato.

La baja de Christian Penilla en cotejos claves y el escaso peso de algunos valores han enturbiado el sueño de la estrella 15, que tendrá que esperar un poco. Hoy, Independiente y Emelec siguen un peldaño arriba y eso no es culpa de nadie.

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