Los clásicos escriben historias especiales. Y el domingo Emelec mostró una extraordinaria fuerza mental; en 72 horas transformó un argumento de dudas en un concierto de talento, fútbol y goles.
Los eléctricos ganaron con jerarquía el clásico 2-1, terminaron con el invicto de un año y cancelaron la fiesta amarilla.
El clásico, otra vez, confirmó su fama de impredecible y aunque el partido nunca fue una final, sino un encuentro para que Barcelona se coronase campeón, el hincha amarillo le proporcionó el matiz de finalísima.
La victoria de Emelec archivó los festejos y dejó el campo expedito para bromas y chanzas de los eléctricos ante el shock barcelonista.
No es la primera ocasión que Barcelona se queda en el umbral de la fiesta con estadio lleno. Sucedió en las dos finales de la Libertadores: con Olimpia 1990 y Vasco Da Gama en 1998; mientras que en 1992 El Nacional le empató para ganar el título.
Y este año la celebración se pospuso aunque la primera opción para el título es propiedad amarilla.
El clásico es un ritual de la cultura futbolera de Guayaquil. Es la historia del enfrentamiento de dos clubes que nacieron en el Astillero y que luego de 215 partidos mantienen una cerrada lucha, 68 victorias para Barcelona y 66 para Emelec.
La historia dirá que dos goles de Ángel Mena silenciaron el Monumental, pospusieron una fiesta y que siempre será bueno bailar cuando suene la música. Nunca antes.