Según publicó EL COMERCIO el pasado lunes, los accidentes de tránsito ocurridos durante los 10 primeros meses del año dejaron un saldo de 17 532 personas heridas. Y aunque son 3 398 menos que las 20 930 que se registraron en el mismo período del 2015, el dato no da para alegrarse.
No se trata de desconocer o minimizar el progreso que revela el hecho de que este año haya menos lesionados que lamentar, pero por otro lado la cifra indica que las víctimas de los incidentes en las vías se siguen contando por miles. A ellas se suman 19 pasajeros del bus que el 8 de diciembre cayó a una quebrada en el sector de Oyacoto. Otros 14, lamentablemente, incrementan la lista de fatalidades.
A raíz de ese hecho, varias voces coparon los espacios en los medios de comunicación y en las redes sociales para adherirse a la tesis del endurecimiento de las penas como estrategia para reducir la incidencia de los accidentes de tránsito. Pero el tema no solo pasa por ahí, sino que involucra directamente a los métodos de formación de los conductores profesionales y no profesionales.
La seguridad vial no está en los eslóganes ni en las buenas intenciones. Es el reflejo del respeto que se siente por el prójimo y que se practica cada día.