Ponce fue rotundo en Bilbao y rindió a Almería
Enrique Ponce en su faena de muleta, con su primer toro en la plaza de toros de Vistalegre, durante la séptima tarde.
El maestro Enrique Ponce juntó una semana de gloria torera, al sellar dos importantes triunfos a día seguido.
El viernes puso en Bilbao el más alto listón del toreo, cuyo espectro domina sin casi discusión durante 28 años.
Ponce sumó su puerta grande seis en el coso de Vistalegre, donde ha hecho el paseíllo en 57 ocasiones y ha cortado 36 orejas. La semana fue fecunda con Bilbao, Almería, Ciudad Real y Málaga. El mejor Ponce, en la cumbre del toreo.
Con una encastada corrida de Victorino del Río, que puso a prueba a la terna el maestro de Chiva logró una faena de cuajo, templada, pausada para encarrilar al encastado toro cuarto, que dio pábulo a un gran espectáculo. Verónicas de temple, un tercio de varas donde no se veía un toro definido, cosa igual que ocurrió en banderillas. Pero cuando Ponce se dispuso a construir la faena de muleta entre las dos rayas de picar, la sapiencia y las pausas dieron a la obra un carácter de rotundidad. Temple, mando, sobriedad y valor fueron el argumento para dar paso a una solemne estocada, que derribó sin puntilla. Dos orejas sin objeción.
Cayetano contó con un lote dispar, estuvo entregado y firme en su primero, al que bien pudo cortar un trofeo si no falla con la espada y el segundo fue brusco y de mal estilo.
Ginés Marín sigue mostrando sus progresos en un año que quedará como el de su revelación. Limpia y torera faena en su primero, que estropeó con los aceros y otra faena de personalidad y torería para cortar una oreja de mérito.
Pero Ponce llegó a Bilbao en avión y venía de Almería, allí había cuajado una tarde donde el arte del toreo y la suavidad de su temple rindieron al público, con toros de Juan Pedro Domecq.
Ponce cortó dos orejas al primero y dos y petición de rabo al cuarto y se fue ‘volando’ a tomar la avioneta. El Fandi fue ovacionado en ambos toros y Ginés Marín sí cortó una oreja en cada toro y se fue a hombros de la plaza.
La crónica de Agencia EFE titulaba: ‘Cuando los años rejuvenecen’ y decía: Enrique Ponce demostró en Almería que sigue en estado de gracia. Después de lo de Málaga y Ciudad Real, donde recientemente indultó a sendos astados de Juan Pedro Domecq y Daniel Ruiz, el valenciano firmó en el coso de la Avenida de Vilches otra de sus actuaciones antológicas, de las que perdurarán en la retina del aficionado almeriense.
Suavidad, armonía, temple y elegancia fueron las bases de esta faena al primero de corrida, un excepcional “juampedro”, bravo, con clase y mucho motor.
Ponce, que se lució ya con el capote, llevó a cabo una labor muy completa y rotunda de principio a fin. Toreo pausado, plástico, abandonado por momentos y muy bien hilvanado por los dos pitones. Todo con mucho ritmo y a más. La plaza vibró y disfrutó de lo lindo con el magisterio del de Chiva, que cortó dos orejas tras una media estocada de lo más efectiva.
Y cuando parecía que no se podía estar mejor, Ponce demostró en el cuarto que sí se puede. Fue este otro toro bueno y manejable de Juan Pedro, y Ponce -que nuevamente dejó su sello con el capote- volvió a demostrar el porqué es todo un número uno.
Toreo casi de salón, de mucho gusto y sentimiento el que exhibió durante todo su quehacer. Cumbre. Los tendidos, un manicomio. Qué manera tan bella de interpretar el toreo. Y de emocionar. Un final a base de ‘poncinas’ puso todavía más ambiente de frenesí. Entró la espada a la primera, y dos orejas más para él, con petición de rabo.