Entro Messi y tal parece que los corazones ecuatorianos se dividieron. Aplausos, silbidos; cuando entró la pulga. Los hinchas aplaudieron su ingreso y eso si dijeron: “¿ahora?”
Ecuador ya no atacaba y los hinchas eran un manojo de nervios. La tri ya no era la aplanadora del primer tiempo y decían: “no hay quien”
Se veían, se reveían, nadie sabía que hacer ni como alentar. Se frotaban las manos, se llevaban los sorbos de cerveza a la boca y otro un tabaco para aplacar la ansiedad.
De pie, sentados, ya no importaban las posturas para alentar a ecuador. Las vuvuzelas sonaban y el si se puede se coreaba entre los asistentes.
Escépticos con el ingreso de Saritama, pero con Ibarra, los aplausos se escuchaban. En plena plaza foch la gente se abrazaba. Ya no importaban si eran o no conocidos.
Todos son técnicos
“Salgan, marquen, centra, cambia de lado”, todos sabían más que Rueda. Los gritos como hinchas se podían escuchar. Cada ataque, cada desborde de la selección era vivido como en el estadio.
“(Jefferson) Montero es un jugadorazo”, se escuchaba. Ya el fútbol se veía de pie. En las afueras de los sitios de la Plaza Foch todos disputaban un sitio para ver el fútbol.
“Vamos Ecuador”…
¡Gol de Ecuador!
El gol, por la señal de televisión, se escucho un minuto antes en algunos sectores. ¡Gooool! Y la cerveza llegó al techo. Conocidos y desconocidos se abrazaron.
Samira Fernández, de Colombia, dejo a un lado la Margarita. Los tabacos se los fumaba como chicles.
Cada desborde de Montero inspiraba gritos, aplausos, todo se valía. “Vamos Ecuador”, gritaba la gente.
¡Gol de Argentina!
Todo empezó con un “Vamos Ecuador“. Los aplausos se escucharon y los gritos ni se diga. La euforia demoró menos de tres minutos. Di María, probó de fuera del área y Domínguez dio un rebote largo, Pablo Palacio la agarró y…¡penal!
Los hinchas ecuatorianos se tomaron la cabeza. “Penal claro”, se escuchaba entre los hinchas. Hicieron cuernitos a la televisión, pero nada resultó. ¡Llegó el gol de Kun Agüero!
Los pases imprecisos de la tricolor mataban de iras a los hinchas. Se tomaban la cabeza, gesticulaban, levantaban los brazos.
Luego, a los 10 minutos, Joao Rojas cayó en el área. “¡Penal! , lo tomó del brazo”, de todo decían. No, no pitó el árbitro; además no fue penal.
Los gritos de aliento ya no se escuchaban. Cada ataque de Argentina era una prueba para los nervios de los hinchas. Se miraban entre ellos, cruzaban los brazos. Los vasos de cerveza iban y venían y Ecuador no jugaba a nada.
De pie, sentados, ya no importaban las posturas para alentar a ecuador. Las vuvuzelas sonaban y el si se puede se coreaba entre los asistentes.
Escépticos con el ingreso de Saritama, pero con Ibarra, los aplausos se escuchaban. En plena plaza foch la gente se abrazaba. Ya no importaban si eran o no conocidos.
De pie, así se vivieron los últimos minutos del partido. Algunos rezaban. Empujaban por el gol de la victoria. “Vamos, negritos, es la última” todos se veían. Los hinchas se aferraban a la victoria. Se miraban unos a otros. Ya no importaba nada. ¡De pie! Se empujaban buscando un espacio para ver las últimas jugadas.
Llegó el tiro libre a los 52 del segundo tiempo. Todos empujaban. Caicedo frente al arco y adelantado. Se acabó! No paso nada. No hubo festejos. Se quedaron fríos. Los hinchas se tomaron el pelo. Empezó la música. Ya nadie quiso saber de fútbol. Igual, por ahí, gritaron Ecuador. Al final, no se pudo. El punto nos pone terceros en la clasificación.
Sin embargo, con el empate (1-1) no hubo celebración. Cada uno se quedó en su mesa pidiendo lo que estaban bebiendo. La Selección del Ecuador no ganó. Algunos salieron a la plaza Foch a buscar qué hacer. Nadie digirió el empate. ¿En qué puesto estamos? Preguntaban algunos. En fin, en la Foch los aficionados buscaron ahogar las penas. El empate cayó como agua fría, pero no fue pretexto para dejar de ‘festejar’.