Caminar por el Parque Metropolitano, ubicado en el cerro Guangüiltagua, al nororiente de Quito, es un viaje para los sentidos. A cada paso, el crujir de las hojas y las ramas se mezclan con el trinar de 24 especies de pájaros; el croar de la Rana marsupial (un sapo) o el escabullirse silencioso de la culebra boba, una especie inofensiva para las personas y que habita también en este pulmón capitalino de 557 hectáreas.
El parque-bosque quiteño tiene unas 40 entradas peatonales, otras 40 especies de plantas nativas en la quebrada Ashintaco y al menos un centenar de senderos para caminar, correr y pedalear entre los 2 600 y los 2 980 metros de altura sobre el nivel del mar.
Se trata de un templo para corredores, ciclistas aficionados y amantes de la naturaleza que disfrutan momentos lejos del ruido.
Uno de los que usualmente llega al sitio para ir por algún sendero y correr es el imbabureño Diego Cazar, de 21 años.
Oriundo de San Pablo del Lago, él es un aficionado a las carreras de trail, es decir, las pruebas que se hacen por senderos montañosos y también al ciclismo. Guitarrista clásico, Cazar acude al ‘Metro’ porque encuentra “paz y silencio” al recorrer el enorme lugar.
Santiago López es otro enamorado del parque. Él lo recuerda desde los tiempos de la Luna, como se le llamaba a este espacio antes de ser el Metropolitano que hoy conocemos. En aquellos tiempos de su niñez, con amigos, primos y hermanos, él descubría los rincones de este bosque con senderos, cuevas y chaquiñanes.
Ahora tiene 34 años y vive en las afueras, pero eso no le impide acudir al menos una vez por semana para correr o ciclear.
A pesar de que se ha recorrido casi todos los rincones del bosque, siente que en cada visita encuentra algo nuevo.
Los aficionados al deporte no son los únicos que pueden disfrutar del enorme parque que cuenta además con un vivero, canchas de indorfútbol, baloncesto, juegos infantiles y unos 3 000 parqueaderos según Juan Domingo Cordovez, supervisor del lugar donde laboran 43 guardabosques, 32 personas en mantenimiento y limpieza, y cinco administrativos.
Aquí también se puede reservar 22 sitios para disfrutar de asados, con parrillas, bancas y ante todo una vista privilegiada a los valles de Cumbayá y Tumbaco. El parque tiene cuatro miradores desde donde se puede observar a los colosos andinos Cotopaxi, Cayambe, Ilaló y Puntas.
Acceder a uno de estos sitios para asados, con capacidad para una docena de personas, tiene un costo de USD 7. La reservación se hace directamente en las oficinas de la administración, en el mismo parque, entre lunes y viernes.
Para los más aventureros incluso hay espacios para acampar y observar conejos silvestres, catzos blancos o uno de los 27 llamingos que también son habitantes de este parque siempre por descubrir.
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