Aunque no llega a ser óptimo, el diésel actual es mucho mejor que hasta hace tres años. Foto: EL COMERCIO
Tradicionalmente, el diésel es el combustible que ha alimentado los motores de vehículos pesados tales como camiones, buses, equipo caminero, maquinaria agrícola, ferrocarriles y hasta barcos, debido a que, por sus cualidades químicas, desarrolla mucha más fuerza que un propulsor de gasolina equivalente.
Es también un carburante más eficiente, lo cual se traduce en una mayor autonomía de operación, óptima para el uso en los tipos de vehículos antes citados.
No obstante, al diésel también se relacionaban cualidades negativas y hasta desagradables tales como la gran emisión de humo negro y gases contaminantes, ruido y vibraciones excesivas de los motores, dificultades para encenderlos en bajas temperaturas y escasa generación de potencia.
Cabe destacar que la principal causante de esas características era una fórmula que durante décadas se mantuvo invariable: el retraso tecnológico de los propulsores de ese tipo y la mala calidad del diésel en la región.
No obstante, ambos factores han cambiado significativamente en los últimos años, gracias a los nuevos desarrollos aplicados a los motores de diésel.
Con los nuevos sistemas de inyección electrónica como el CRDi (riel común), la adición de turbocompresores, dispositivos de enfriamiento como el intercooler, catalizadores que procesan los gases tóxicos antes de expulsarlos a la atmósfera y filtros que retienen las partículas de esmog, los motores de diésel modernos ganaron mucho en cuanto a desempeño, economía de operación y cuidado del medioambiente.
Tal es así que en la actualidad los vehículos impulsados por un motor de diésel tienen muy poco o nada que envidiar a los de gasolina en términos de prestaciones y confort de marcha, y sus cifras de ventas en varios mercados son muy altas.
Tal es el caso de Europa, donde aproximadamente un 60% del parque automotor está constituido por vehículos de diésel, mientras que el 40% restante es de gasolina.
Respecto de la calidad del combustible, hace tres años el Gobierno Nacional aplicó un programa de mejoramiento que derivó en el aumento del octanaje, en el caso de las gasolinas, y en la reducción de la cantidad de partículas por millón de azufre, en el caso del diésel.
Con ello se llegó a la normativa de emisiones Euro III, que estuvo vigente en el Viejo Continente entre el 2000 y el 2005.
Ese cambio posibilitó la importación de modelos de más avanzada tecnología, tanto en el segmento de vehículos pesados como en el de livianos, que son más eficientes, menos contaminantes y responden de mejor manera a los requerimientos y expectativas de los usuarios.
Aunque llegar a los niveles de Europa y Estados Unidos en lo referente a normativas anticontaminación se ve muy lejano, toda mejora es digna de destacar.
Probablemente el siguiente paso se dé en el transcurso de los próximos dos años, como resultado de la progresiva eliminación de los subsidios a los combustibles.