El rejoneador Diego Ventura y el matador Alejandro Talavante salieron en hombros. Foto: EFE
El rejoneador Diego Ventura y el matador Alejandro Talavante salieron por la puerta grande ayer de Gijón. Miguel Ángel Perera fue silenciado.
Mundotoro reseñó así la corrida: “Le faltó celo y galope al murube que abrió plaza, a pesar de su nobleza, y Ventura se gustó en una labor sobria, clásica y vistosa, que alcanzó un gran nivel en los galopes de costado con Nazarí y en las batidas al pitón contrario a lomos de Milagro.
El cuarto, hondo y voluminoso, tuvo ritmo y tranco y Ventura se explayó en una labor de mucha conexión con el público -se destacó con Chalana y Oro– rematada de un rejonazo fulminante.
Con el tercero, un castaño precioso, con bondad pero la raza al límite, Talavante brilló a gran nivel. Primero en un quite a la verónica soberbio, por composición, naturalidad, embroque y prestancia, y después en una faena de muleta de gran belleza, porque hubo sutileza en los toques y expresión en los embroques.
Y su obra, medida y elegante, careció de afectación. Además, remató su obra con una gran estocada. Redondeó su tarde en el sexto, toro manejable en el que volvió a torear con parsimonia y delicadeza en una labor ligada y limpia, rematada de nuevo de un sensacional volapié.
Salió muy decidido Perera a saludar al castaño segundo, toro bien hecho, en tipo, al que a pesar de medir en el peto llegó desfondado al último tercio.
El extremeño lo pulseó y prolongó la embestida empujándolo siempre para delante, pero la falta de raza del toro deslució el buen planteamiento del torero.
El desrazado quinto se derrumbó de modo estrepitoso en varias ocasiones al inicio de faena y el público desconectó”.