Si bien los compactos nacieron como una alternativa económica a los grandes y costosos vehículos en los que la industria automovilística se había especializado hasta mediados de los años treinta, durante mucho tiempo fueron considerados modelos demasiado elementales y hasta rústicos.
Ciertamente, los fabricantes se limitaban a equipar a esos modelos con las características básicas para cumplir su rol como medios de transporte económicos y ello implicaba prescindir de una gran cantidad de elementos.
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A cambio de unos costos de operación muy bajos, característica altamente valorada en épocas en los que el precio del petróleo y sus derivados se disparaba, los usuarios debían renunciar al confort y al placer de conducción que sí ofrecían otros modelos.
En la actualidad, la realidad de este segmento es muy diferente. Excepto en dimensiones y espacio, los compactos modernos tienen poco o nada que envidiar a los vehículos de segmentos superiores. En materia de diseño, equipamiento, seguridad y confort, su desarrollo va prácticamente a la par.
En cuanto a lo primero, las líneas modernas de los compactos no solo los hacen más atractivos, sino que también mejoran la experiencia a bordo de todos los ocupantes, brindándoles más espacio para las piernas, los hombros y la cintura.
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En función de su capacidad económica, los clientes también pueden escoger entre las versiones estándar y aquellas que disponen de más elementos tales como aire acondicionado, paquetes eléctricos, aros de aleación, frenos antibloqueo, equipos de música sofisticados, etc. Como en el caso de sus ‘hermanos mayores’, las opciones son múltiples.