José Esteban Andrade posa con su parapente en el parque La Carolina de Quito. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
Carlos Rojas A. Redactor (D) rojasc@elcomercio.com
Los parapentistas más experimentados llegan a ‘ver lo invisible’. Sin ese conocimiento de las corrientes de aire y de la dirección del viento es imposible competir al alto nivel en un deporte extremo, en el que la temeridad y la técnica son indispensables para triunfar.
El quiteño José Andrade lleva más de la mitad de su vida practicando esta disciplina y por eso es un experto en reconocer esos detalles, que en el cielo le permiten tomar impulso para ganar en las carreras o mantenerse por más tiempo en el aire.
Toda esa experiencia la puso en práctica para destacarse en el premundial de la PWC (Paragliding World Cup), en la Copa Bototillo 2014 que se realizó en Guayaquil el mes pasado. Allí se reunieron 62 participantes de Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú, Uruguay, Dinamarca, Estados Unidos, Alemania, Suiza e Italia.
A la par de ese evento internacional se efectuó el campeonato nacional en el cual ganó el piloto capitalino. Con 22 años (12 de ellos dedicado al parapente), el piloto quiteño se ubicó sexto en el premundial y fue el piloto local más destacado después de las siete mangas realizadas.
Andrade compitió en la modalidad de cross country, en la cual cada participante debe seguir una ruta programada previamente en un sistema de GPS. Todos los concursantes deben cubrir ese trayecto, pasando por varios puntos de control hasta llegar a la meta.
Pero las competencias son solo una parte de la diversión que encuentran estos pilotos al recorrer cientos de kilómetros.
Para ellos, cada práctica es un momento de regocijo. Regularmente, el campeón nacional se entrena una vez por semana y su lugar favorito está cerca de Lumbisí. En ocasiones también vuela por el norte capitalino, desde el Pichincha hasta La Carolina o el parque Bicentenario.
Aunque surcar los cielos es una experiencia renovadora, Andrade siempre siente algo de temor. “Es una sensación muy personal, que a mí me permite filosofar. Es como si fuera un coctel de emociones, de alegría, nostalgia, temor…”.
El piloto llega a elevarse a 4 600 metros de altura sobre el nivel del mar cuando se entrena en Quito. A esa altitud la ciudad se ve “enanísima” y solo se alcanzan a visualizar ciertos puntos , como La Carolina que es donde aterrizan.
Las decisiones que toma un piloto en el aire son vitales en el parapente. Una maniobra correcta, en la que se aproveche el viento, puede servir para que un competidor se adelante a sus rivales en las carreras. Por el contrario, un error puede ocasionar sustos y accidentes.
Al ser una actividad que engloba un factor de riesgo, los pilotos son cuidadosos. Por eso revisan con detenimiento las velas, también llamadas alas. También llevan un registro de las horas de vuelo de cada parapente. Una vela de alta competencia tiene un promedio de vida de 200 horas de exposición al sol. Para minimizar los riesgos los parapentistas llevan paracaídas de emergencia.
El campeón nacional 2014 tiene una vela nueva, de alta competencia, que le permite codease con los mejores. Por eso espera competir el próximo año en al menos una de las cinco válidas de la Copa del Mundo que será en Brasil, en marzo. Él tiene cupo para ese evento por su destacada actuación en el premundial.
Los cielos brasileños no son nuevos para el piloto ecuatoriano, que también voló en Chile, Alemania, Francia, Colombia, Perú… En Brasil llegó a recorrer 105 kilómetros en cinco horas.