Las caminatas por el páramo se realizan por senderos. Hay recorridos de hasta seis horas.
En el sorprendente y antiguo bosque de polylepis el murmullo del agua es permanente.
El líquido que se acumula en el páramo andino confluye en riachuelos que se bifurcan entre los árboles que podrían ser parte de los fantásticos relatos de JRR Tolkien, el autor de la zaga de ‘El Señor de los Anillos’.
Este colorido lugar natural está en medio del páramo, en la hostería Polylepis Lodge, junto a la Reserva Ecológica de El Ángel, en la provincia del Carchi.
Para que se formara el singular bosque tuvieron que darse condiciones específicas y pasar miles de años.
En la zona en la que ahora están los árboles de papel existió un glaciar hace unos 2 millones de años. Cuando el hielo se derritió se formó un cañón, por donde llegó lava volcánica después de una explosión del Chiles, que está entre Ecuador y Colombia. Ese suelo, combinación entre glaciar y volcánico, dio paso a la formación del bosque primario.
En Polylepis Lodge también hay llamas, que los visitantes pueden acariciar. También, un restaurante.
Abraham Enríquez, oriundo de El Ángel y quien trabaja en la hostería desde hace 5 años, asegura que esta especie de polylepis (Incana) aumenta su espesor un milímetro cada 10 años. Él cree que el bosque tiene unos 4 000 años.
Fernando Acosta, el visionario propietario de la hostería, no se anima a dar una cifra de la antigüedad de los árboles. Él asegura que se está realizando una investigación para determinar la “edad exacta” y otras características del bosque que ocupa unas 12 hectáreas.
Para emprender las caminatas son necesarias una chompa impermeable y unas botas de caucho. El clima en el páramo puede ser impredecible y la temperatura promedio es de 11 grados centígrados.
Una de las formaciones acuosas en medio del bosque, conocida como pozo de los deseos. Al fondo se observan los árboles de polylepis, también conocidos como árboles de papel.
Atravesar los senderos es una completa aventura que pasa por formaciones acuosas y llega hasta una cascada. También se pueden realizar recorridos por el páramo, donde priman los frailejones con sus hojas alargadas y largas, de textura suave similar a la gamuza. En el trayecto se observan plantas de romerillo, orejuelas, moras silvestres…
También se pueden recorrer los alrededores a caballo o en bicicleta. Al bosque solo se puede ingresar a pie.
En la acogedora hostería, que tiene una capacidad para albergar a 50 personas, también son famosas las historias.
Las más llamativas se cuentan en la noche en una caminata nocturna con antorchas. Allí se relatan leyendas de seres mágicos que habitan el bosque, como un duende que se enamoró de una princesa de origen Pasto, el pueblo que habitó en la zona norte del país antes de la llegada de los Incas.
Como muchas historias de amor memorables, de esas cuyo murmullo continúa a pesar de los años, esa también terminó en tragedia. Pero para conocer el desenlace es conveniente acudir al páramo y ver lo que se formó de esa ardiente relación en medio del bosque.
Manotas, uno de los dos perros de la hostería, acompaña los recorridos.
Llegar a este lugar encantado es fácil. Desde Quito se toma por la vía a Ibarra, luego se continúa con dirección al valle del Chota y se sigue por la vía que va a Mira, El Ángel y otras poblaciones. Desde ahí, el bosque está a unos 20 minutos.
Para este último tramo es conveniente acudir en un carro con doble tracción. También se puede llegar en los buses de la cooperativa Espejo y luego alquilar una camioneta.
El Ángel está a unas 3 horas de Quito en vehículo particular.