El título 60 se define en un estadio con 12 900 aficionados

Foto: Mario Fautos / EL COMERCIO

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El 13 de diciembre Emelec y Delfìn se encontraron en el partido de ida de la final del campeonato nacional. Foto: Mario Fautos / EL COMERCIO

Con un presupuesto cercano a los USD 3 millones y un estilo de juego que apela al contraataque, el Delfín pelea por la corona del fútbol ecuatoriano. Al frente, está un rival de peso: un Emelec que invierte más de USD 12 millones esta temporada y se caracteriza por su poderío ofensivo en la delantera.

Se trata de una final inédita. Desde las 12:00 del 16 de diciembre del 2017, el conjunto manabita lucha por primera vez por ganar el título de la Serie A, en su historia. Lo hace en el estadio Jocay de Manta, que tendrá presencia de unas 12 900 personas.

El escenario redujo su aforo tras los destrozos que ocasionó el terremoto del 16 de abril del 2016.

El club cetáceo se apuntó a la final tras ganar la primera etapa, en una campaña inédita. Su logro puso por primera vez al fútbol de Manabí en una instancia definitoria. En 59 ediciones disputadas del campeonato, Pichincha y Guayas se han repartido la hegemonía del torneo ecuatoriano.

Guayas tiene 29 títulos nacionales gracias a las 15 coronas de Barcelona, 13 de Emelec y 1 del Everest. Pichincha colecciona 28 trofeos por los 13 títulos de El Nacional, 10 de Liga y 5 del Deportivo Quito (ahora en la Segunda categoría).

Solo en el 2000 y en el 2004, clubes de otras provincias lograron ingresar al grupo de los selectos campeones. Primero fue el Olmedo de Chimborazo y, después, el Deportivo Cuenca del Azuay. Ambos celebraron bajo la dirección técnica del argentino Julio Asad.

El ‘Turco’ quebró la tradición de los clubes campeones de Guayas y Pichincha. Pero eso fue una excepción. Por ello, la presencia del Delfín en esta nueva final se volvió meritoria y se ganó la atención y los elogios. “Hemos sido responsables en el manejo del equipo”, repite José Delgado, presidente del club manabita.

Su rival de hoy, en cambio, luce por su amplio poderío económico. “Sabemos jugar este tipo de partidos”, se regocija Nassib Neme, presidente del conjunto eléctrico.

Para Neme, la clave es mantener un proceso sostenido con un entrenador. Primero, lo hizo con el argentino Gustavo Quinteros y, posteriormente, con Omar de Felippe, a quien no se pudo retener en el 2016. 

Después llegó el uruguayo Alfredo Arias, cuestionado en la primera etapa por no ganarla y porque el club no pasó de los octavos de final de la Copa Libertadores.

El estratega, de 59 años, enderezó la ruta y convirtió a un equipo temible en la delantera: los azules ya llevan 75 tantos anotados en lo que va del torneo y son los más goleadores.

Delfín, del también charrúa Guillermo Sanguinetti de 51 años, en cambio, perdió su fuerza defensiva que le permitió ser el plantel menos goleado del campeonato (38 conquistas recibidas).

La solvencia en la zaga se derrumbó en la final de ida al caer 4-2, en el Capwell. Pero su entrenador y sus referentes, como Roberto ‘La Tuka’ Ordóñez, confían en que pueden enmendar la ruta del triunfo.

No será una tarea sencilla. Emelec puede darse el lujo de perder hasta 1-0 ó 2-1. También puede empatar por cualquier resultado para ganar la corona.

Los manabitas precisan vencer por una diferencia de dos goles para alcanzar su objetivo. En un probable 4-2 a favor de los cetáceos, habría penales.

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