Henry Taleb (izq.) y Jean Pierre Michelet pilotaron juntos en varias competencias internacionales.
Para los aficionados al deporte tuerca, 1968 y 1995 fueron años gloriosos para el automovilismo ecuatoriano en el extranjero. En el primero, los recordados pilotos nacionales Guillermo Ortega y Fausto Merello se adjudicaron la victoria en su categoría en las 24 Horas de Daytona, al volante de un Ferrari 250 LM.
En el segundo, los ecuatorianos Henry Taleb y Jean Pierre Michelet obtuvieron el segundo lugar en su categoría y el sexto en la clasificación general en la misma prueba.
Michelet comenta que a principios de los años noventa, Taleb había participado en competencias en EE.UU. con resultados alentadores, como el tercer lugar que obtuvo en el Miami Grand Prix de 1991.
En 1993 le invitó a correr junto a él en las Seis Horas de Bogotá, donde vio que Michelet, quien en 1988 había sido campeón de la Fórmula Scorpio, tenía condiciones para competir en un alto nivel a escala internacional.
Por ello, le propuso formar equipo para disputar las 24 Horas de Daytona de 1994, compartiendo la conducción de un bólido Nissan que ya le había brindado algunas satisfacciones en competencia.
“El auto había envejecido con el uso en competencias y nos generó muchos problemas. Perdimos mucho tiempo en carrera tratando de resolver los inconvenientes que se presentaban. Al final pudimos terminar la carrera pero en una posición muy alejada de la punta”, recuerda Michelet.
No obstante, Taleb y Michelet habían formado una dupla muy competitiva y la experiencia adquirida en aquella oportunidad sería determinante para lo que sucedería a partir del siguiente año.
En 1995 Taleb quiso volver a la competencia, pero estaba decidido a cumplir un mejor papel que el del año anterior. Para entonces, Nissan estaba al borde de la quiebra y había eliminado sus equipos de competición en diferentes categorías, además de que había puesto a la venta algunos ejemplares de las categorías GT1 y GT2.
Fue así que Taleb pudo adquirir un Nissan 240 SX en un precio muy conveniente, y además se encontró con la inesperada posibilidad de contratar los servicios del equipo técnico de la marca, que había sido despedido poco antes.
Una vez que empezaron los ensayos en pista, lo que inicialmente surgió como un anhelo se convirtió en una posibilidad real. ‘Butch’ Leitzinger, director del equipo, comunicó a Taleb y Michelet que el registro de sus tiempos le hacía pensar que hasta podrían ganar la carrera en su categoría.
Ante esa posibilidad, el equipo fichó a otros dos pilotos de punta con el fin de completar la plantilla necesaria para afrontar una carrera de 24 horas. Los elegidos fueron el neozelandés Rob Wilson y el estadounidense John Fergus.
El potencial del equipo salió a relucir apenas se inició la competencia, pues en ningún momento bajó del cuarto lugar en la clasificación de la categoría. Incluso llegaron a liderarla por un buen lapso.
Pasada la medianoche del segundo día de competencia, Taleb entregó el auto a Michelet en la primera posición, y el piloto quiteño hizo lo propio alrededor de las 03:00 cuando ingresó a pits para darle el relevo a Wilson.
Cuando este último piloto subió al auto, un problema eléctrico impidió que el auto arrancara de inmediato. Los mecánicos tardaron cerca de tres minutos en encontrar y solucionar el inconveniente, tiempo en el cual el equipo perdió la primera posición.
Aunque Wilson salió a la pista decidido a recuperar el liderato, el lapso transcurrido hacía imposible lograr ese objetivo. El piloto solo pudo remontar hasta la segunda posición en la que el equipo recibió la bandera a cuadros a las 15:00 de ese día.
Aunque no ganaron, el resultado para los ecuatorianos representó un triunfo moral. “Llegamos como un equipo por el que nadie daba nada y terminamos en el podio. Incluso pudimos ganar la carrera, de no haberse dado el problema con el arranque”, asegura Michelet.
Por aquellos días, Ecuador y Perú se encontraban inmersos en la Guerra del Cenepa y en la población nacional se había despertado un sentimiento de patriotismo que se extendía a casi todos los ámbitos, incluido el deportivo.
La participación de los ecuatorianos, que había recibido una amplia cobertura de los medios locales, tuvo su colofón con un cálido recibimiento popular a los pilotos, una vez que retornaron al país.
Si bien el equipo obtuvo otros dos segundos lugares en las 12 Horas de Sebring de 1995 y 1996, la hazaña de Daytona es de especial recordación para sus integrantes por ser la competencia que les abrió las puertas en el automovilismo de alto nivel y que les valió respeto y admiración internacionales.