Las mujeres que compiten en el Campeonato Nacional de Fútbol no reciben sueldos como en el balompié profesional de varones. La pelota no es una fuente de ingresos para las damas que, por esto, también se dedican a estudiar en colegios o universidades, a realizar prácticas universitarias, a trabajar, a cuidar a sus hijos o a disfrutar de su vida en pareja.
Por eso, para la mayoría de las 400 mujeres que forman parte de los 12 clubes del torneo que se inició ayer el tiempo es corto para la preparación. Ellas tratan de cuadrar sus horarios de trabajo y estudios para entrenarse con sus compañeras en parques o complejos para el campeonato que se realiza por segunda vez seguida y en el que el Estado invierte USD 424 000.
Los montos sirven para la inversión en los uniformes, los árbitros, la logística de los desplazamientos, hospedaje de los planteles cuando salen de sus provincias… Pero, cada club se encarga de otros gastos como alimentación o ayuda económica para las jugadoras.
La autogestión es una fórmula para solventar los gastos adicionales. También la ayuda de los “papitos de las chicas”, dice Jeny Herrera, DT de Liga Deportiva Universitaria Amateur, club que el año pasado culminó en quinto lugar y ahora aspira llegar a las instancias finales.
En ese equipo, no todas las jugadoras pueden entrenarse en el mismo horario. Sus estudios o sus ocupaciones lo impiden. Monserrat Ramón es una de las chicas que afronta ese problema. La capitana del plantel realiza sus prácticas universitarias en una empresa florícola, ubicada en Pifo, entre las 07:00 y las 16:00. Por eso, se pierde los entrenamientos matutinos.
Eso sí, aprovecha las prácticas de las tardes. Para llegar a la cancha de la Universidad Central viaja dos horas desde Pifo.
La rutina de ensayos futboleros culmina cerca de las 20:00. “!Puf!, es difícil llevar este ritmo, pero a mí me encanta el fútbol. Aquí no tenemos sueldos, pero esto nos fascina…”, le dijo a este Diario la deportista de 20 años, antes de unirse al ensayo del jueves por la tarde. Monserrat llegó tarde a la práctica. Pero lo hizo con el consentimiento de su DT, quien sabe de los apuros de su pupila.
A Carmen Cazar, de 28 años, le ocurre algo parecido. La jugadora del Quito FC dispone de pocas horas libres. La defensa es profesora de cultura física en el Colegio de Liga. También enseña sus conocimientos en una escuela de fútbol. Estas actividades copan sus mañanas y tardes. Por esto, solo en la noche tiene tiempo para el entrenamiento en el equipo dirigido por Mónica Herrera.
Herrera fue asistente técnica en el 2013, pero este año asumió el mando en un plantel que cuenta con 30 jugadoras que reciben hasta USD 40 mensuales.
“Sin fútbol no se qué haría”, insiste Priscila Jarrín, de 20 años, estudiante de Medicina. A ella no le importa alternar sus estudios y el fútbol. Un día del año pasado, que no recuerda con exactitud, debía realizar guardia en el Hospital de Sangolquí, desde las 22:00. Y, al siguiente día, desde las 12:00, debía jugar con Liga.
Ninguna de sus compañeras de estudio le cambió el turno en el Hospital. Ella pidió ayuda y pudo descansar en una cama del centro médico. Al otro día, estuvo lista para jugar el cotejo.
Rocafuerte, el campeón
Las jugadoras y entrenadoras de los clubes del torneo nacional ven al Rocafuerte como el club a vencer. El equipo de Guayas ganó el título del 2013 y es uno de los que tiene mejor infraestructura: las jugadoras reciben entre USD 200 y 300 mensuales, cuenta Xavier Saavedra, gerente deportivo.
Eso sí, en Rocafuerte y en otros planteles reconocen que el torneo aún es amateur.
En el certamen también intervienen USFQ y Espuce (Pichincha), Unión Española (Guayaquil), Las Palmas (Sto. Domingo de los Tsáchilas), Grupo 7 (Manabí), 7 de Febrero y Unión (Los Ríos). También participan Cruz del Sur (Archidona) y Cumandá (Pastaza).
“El torneo puede convertirse en profesional con más apoyo. Las jugadoras aún no pueden vivir de esto, pero se dan pasos”, concluye Mauricio García, presidente de la Asociación de Fútbol Amateur de Pichincha.