Entusiastas, Sebastián, Uriel, Sandra y sus amigos se juntan cada jueves a la noche a hacer lo que más les gusta: nadar, bucear y meter goles. Lo hacen por hobby, pero también porque compiten y representan al país en los seleccionados argentinos de hockey subacuático, una disciplina amateur no convencional que combina aspectos de otros deportes y la hace una de las más completas para competir.
Se juega con snorkel, patas de rana, un guante, un palo -mucho más chico que el de hockey- y un tejo. Hay que nadar mucho, tener enorme voluntad y estar preparado para tragar agua y cansarse como en un mar bravo.
“¿Listos? ¡Juegooo!”, grita el capitán. Y los doce jugadores se zambullen al agua en busca del disco como si fuera una final olímpica de natación.
Estamos en la sede de Colegiales del club Chacarita. Desde el borde de la pileta llama la atención la maraña de cuerpos alrededor de algo que no se ve, pero que es el tejo naranja que hay que llevar -transportando o haciendo pases, como en cualquier deporte- hasta el arco rival.
Desde adentro se vive con intensidad: hay que entrar y salir del agua todo el tiempo, posicionarse bien en la jugada al disputar el tejo, aguantar la respiración y calcular cuánto aire le queda al compañero para tirar pases y llegar al arco. Eso para los profesionales.
Los principiantes tienen que empezar por ubicar dónde está el tejo, acercarse a la jugada y evitar molestar a los que saben jugar. El gran desafío pasa por esquivar el torbellino de patas de rana alrededor del tejo y… no tragar mucha agua. Y eso que no se puede hablar: el pase se pide haciendo un golpe sobre el piso y la táctica se discute entre jugadas, mientras se ajusta el snorkel.
Ni Michael Phelps ni Luciana Aymar podrían lucirse sin entrenarse: se requiere una combinación ideal entre un resistente nadador, habilidad con el palo, inteligencia para usar el cuerpo y proteger el disco y buena apnea.
Pero, al mismo tiempo, cualquiera con entusiasmo puede jugarlo. Así le pasó a Sebastián Fischer -mal futbolista, buen nadador-, que conoció el hockey subacuático hace ocho años y en 2010 representó a la Argentina en el Mundial de Colombia: “De chico me gustaba tirar monedas y bucearlas. Cuando encontré una actividad que se juega bajo el agua, en equipo, en velocidad y se podían hacer goles, me di cuenta que había encontrado mi deporte ideal.”
Un deporte federal
El hockey subacuático arrancó en el país en la década de 1980 (en el mundo, surgió en Inlgaterra en los 50). La federación que representa legalmente al deporte desde 2001 es la Asociación de hockey Subacuático de Argentina (ASHA) . En los últimos años creció mucho y ya se juega en Santa Fe, Rosario; Mendoza, San Luis, Berisso, Pilar y en siete clubes en la ciudad de Buenos Aires.
Los mundiales, cada dos años
La Argentina participó por primera vez de un Mundial en 1996, en Durban, Sudáfrica. Los campeonatos se juegan cada dos años. El último fue el de Hungría, en 2013, donde nuestro país llevó cuatro selecciones (hombres elite, elite femenino, master femenino y masculino). El próximo Mundial será el año que viene y aún no tiene sede definida. Algunas de las potencias mundiales son: Nueva Zelanda, Francia y Colombia.
La financiación, una traba
Las delegaciones argentinas que compiten cada dos años en los campeonatos de hockey subacuático reciben mínima financiación. No hay un sponsoreo fijo y pocas marcas apoyan a los equipos. Por eso, para el último Mundial de Hungría 2013 crearon un proyecto de financiamiento colectivo en Internet y recaudaron fondos para viajar.