La inclusión de Perú en el calendario del Rally Dakar 2012 motivó a muchos aficionados ecuatorianos a emprender travesías hacia el sur de ese país, con el fin de presenciar las etapas finales de la competencia.
En nuestra edición 1 005 del pasado 17 de diciembre reseñamos los planes que dos grupos de motociclistas ambateños habían elaborado en ese sentido. Ahora, David Alvarado y Germán Rosero hacen un balance de las experiencias vividas por cada uno de ellos.
Según Alvarado, el proyecto se cumplió dentro de los plazos y parámetros previamente fijados. Él y sus compañeros de viaje Daniel Palacios, David Chang, José Vasco, Francisco García, Patricio Navas y Luis Quishpe utilizaron motos chinas, con el fin de reducir los costos operativos.
Además de las ventajas económicas, el hecho de viajar en este tipo de vehículos de similares características entre sí les permitió mantener un ritmo muy parejo en la carretera, desplazándose a una velocidad promedio de 100 km/h.
Ellos tuvieron la idea y la posibilidad de incluir en la travesía a dos camionetas de abasto, encargadas de darles apoyo mecánico y logístico en la ruta.
Marcelo López, el conductor de una de ellas, fue el encargado de administrar los recursos y de coordinar todo lo relacionado con el hospedaje y la alimentación y la asistencia, con el fin de que los motociclistas no tuvieran más preocupaciones que conducir y disfrutar de la aventura.
El buen ritmo de viaje les permitió llegar a Lima en tres días. También pudieron hacer algo de turismo en algunos puntos de paso, y en ellos recibir y apreciar la calidez y amabilidad de los peruanos.
Una vez en Nazca, a donde inicialmente se habían propuesto llegar, el dueño de una cantera les permitió ingresar a su propiedad para tener lugares privilegiados de vista hacia la ruta de la prueba.
“Nos internamos unos 30 kilómetros en el desierto y armamos nuestro campamento. Al mediodía teníamos a los competidores pasando a unos 300 metros de donde estábamos e incluso compartimos un poco de agua con varios de ellos”, recuerda Alvarado.
Cada miembro del grupo vivió una experiencia propia que considera la más destacada de la travesía. Luis Quishpe, por ejemplo, tuvo la oportunidad de ingresar al Vivac, conocer por dentro la impresionante logística del Dakar y mezclarse entre los pilotos.
Cuando pasaba cerca del piloto estadounidense Robby Gordon, este lo confundió con un miembro de otro equipo, se le acercó y le dijo algunas palabras. Luis le explicó que él era un espectador que había viajado casi 3 000 kilómetros en moto para presenciar el paso del Dakar, y particularmente su actuación en la competencia.
Entonces Gordon se emocionó, lo abrazó, le regaló su gorra y una camiseta y lo invitó a conocer su espacio en el campamento.
Luego de un retorno sin novedades a Ambato, la gran satisfacción que este emprendimiento dejó en Alvarado y sus amigos los motivó a fomentar de distintas maneras los viajes en moto en nuestro país.
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Los inconvenientes no fueron obstáculos
Salimos de Ambato el 6 de enero a las 07:30. Nuestro objetivo era llegar ese día hasta Tumbes pero el cronograma de viaje se alteró debido a varios imprevistos, como una llanta baja y una parrilla dañada.
Ese día llegamos hasta Huaquillas, donde cruzamos la frontera al día siguiente después de tramitar nuestro ingreso a Perú en Migración.
El cuarto día de viaje, en la ruta entre Chimbote y Lima, se fundió el motor de una de nuestras motos, seguramente debido a un sobreesfuerzo por llevarla al límite de revoluciones, debido a que las carreteras peruanas tienen rectas muy largas que se prestan para aumentar la velocidad.
Tuvimos que regresar a Chimbote y pasar ahí tres noches y dos días hasta reparar la moto, porque no conseguimos las piezas que necesitábamos y tuvimos que hacer adaptaciones. Durante nuestra permanencia ahí contamos con la ayuda de muchas personas, de diferentes maneras.
Retomamos la ruta el 11 de enero y llegamos a Nazca a las 18:30 del jueves 12. Armamos un campamento junto al Vivac del Dakar y al día siguiente vimos el paso de los pilotos.
El 14 de enero regresamos a Lima para estar presentes en la llegada de los pilotos a la meta y tomar algunas fotografías. El lunes 16 emprendimos el retorno y, tras un descanso de un día en Máncora, cruzamos la frontera ecuatoriana el 19.
Tras otro descanso en Puerto Bolívar, regresamos a Ambato el 20. Para los cinco amigos que viajamos fue una experiencia muy enriquecedora, incluso por los inconvenientes. Ahora queremos repetirla en el 2013, aunque eso dependerá del lugar de donde largue el Dakar.
Cada uno de nosotros manejó un presupuesto de entre USD 600 y 800 que cubrió todos los gastos. Fue un costo razonable para un viaje de dos semanas.