Tras el triunfo de Sebastian Vettel en el Gran Premio de Corea (octavo en 15 grandes premios disputados), a nadie le quedan dudas de que su cuarto título mundial llegará más temprano que tarde.
Su resultado del domingo, sumado al sexto puesto obtenido por Fernando Alonso en Corea, elevó su ventaja sobre el español a 77 puntos, cuando faltan cinco carreras para el final de la temporada.
Esto implica que Vettel incluso podría quedar campeón mañana en el GP de Japón, en caso de que gane la carrera y Alonso no logre terminar mejor que noveno.
Así, con 100 puntos de diferencia entre uno y otro cuando hay igual número de unidades en disputa, Vettel sería proclamado campeón automáticamente porque, aunque Alonso gane las cuatro carreras restantes, no podría igualarlo en cantidad de victorias en el año.
No obstante, la probabilidad de que eso suceda es remota, no porque Vettel no esté en condiciones de imponerse en Suzuka, sino porque Alonso exhibe un retiro en Malasia por accidente y un octavo lugar en Bahréin como peores resultados del 2013.
Pero si no es en Japón, Vettel muy probablemente se colocará la corona en India, o Abu Dhabi, es decir, antes de que la F1 llegue a América para cumplir sus dos últimas pruebas válidas del año en Estados Unidos y Brasil.
Además de que nunca estuvieron a la altura de Red Bull, Ferrari, Mercedes y Lotus ya orientan sus esfuerzos hacia el campeonato del 2014, en el que los cambios reglamentarios prometen eliminar cualquier ventaja inicial.
Las cuatro carreras restantes servirán para definir otro campeonato de pilotos y escuderías desde el segundo puesto hacia atrás.
Alfonso Cucalón, Columnista invitado
Lo que Vettel está restando al espectáculo de la lucha por la punta, en Corea fue retribuido con creces por los legionarios de retaguardia que cumplieron las promesas de la competitiva F1. Raikkonen, al estilo de Alonso, terminó segundo después de haber partido noveno, seguido por Grosjean, quien se mantuvo desde el comienzo en el trío de punta.
A continuación, Hülkenberg confirmó su talento y la buena forma de su Sauber. Con sus trayectorias legalmente trazadas contuvo los ataques de Hamilton y Alonso que parecían más rápidos, a su vez presionados por Rosberg y Button. Nuestros latinoamericanos se batieron encarnizadamente por los puntos del final del tablero. Massa rescató las dos unidades del noveno lugar y Pérez la última por delante de Gutiérrez y Maldonado.
Una vez más los equipos fueron presas del síndrome Pirelli, ya que el desgaste amenazaba la duración de cada juego de cubiertas. Pérez pagó caro un simple bloqueo de frenada que causó el desprendimiento de una banda de rodamiento. Desde el sábado, Alonso criticó duramente el comportamiento del compuesto superblando de las llantas. Durante la carrera sus trayectorias en las salidas de las curvas izquierdas desbordaban sobre los vibradores. Parecía una falta de control, pero lo que en realidad hacía era aliviar la carga del neumático delantero derecho que tanto hizo sufrir a todos los pilotos.
El llantero abundó en explicaciones poco convincentes, y tendrá que interpretar correctamente el objetivo de la FIA de generar un componente del espectáculo, pero sin atentar contra la seguridad.
Sería injusto omitir la forma extraordinaria en la que Vettel se acerca a su cuarta corona mundial, pues sigue demostrando ser un piloto completo: en circuitos lentos, en trazados rápidos, en calificaciones, en estrategias de carrera, en el cuidado de las llantas, en el trabajo con los ingenieros, su labor es tan espontánea que no exterioriza su esfuerzo.