El mantenimiento de los neumáticos es vital para el buen desempeño de un vehículo, pues estos elementos transmiten al piso tanto la potencia del motor como la eficacia del sistema de frenos.
En la preservación de las llantas influyen factores tales como el estilo de conducción y la frecuencia con que se realicen los mantenimientos de rutina.
En el primer caso, los acelerones y frenazos causan un desgaste prematuro de la banda de rodamiento, lo cual causa una vida útil reducida del caucho.
Además, las constantes caídas en baches o golpes en veredas y bordes pueden dañar los laterales, causando el aparecimiento de protuberancias que comprometen la integridad de una llanta.
En el segundo caso, es necesario efectuar periódicamente ciertas tareas de mantenimiento para prolongar la durabilidad de las llantas en condiciones óptimas.
La alineación de ruedas consiste en ajustar las relaciones y ángulos entre los componentes de la suspensión y dirección, con el fin de que el neumático ruede de manera perpendicular al piso y así el desgaste sea uniforme.
El balanceo, por su parte, es colocar pequeños pesos en los bordes interno y externo del aro, con el fin de evitar vibraciones molestas en la dirección y otros movimientos de volante inesperados.
Lo aconsejable es hacer ambas tareas juntas máximo cada 10 000 kilómetros de recorrido, pues solo así se puede optimizar la vida útil de las llantas.
Además de la alineación y balanceo, conviene rotar las llantas en el mismo período. Esto es, colocar las de adelante en el eje posterior y viceversa para que todas tengan un desgaste uniforme, pues las delanteras suelen gastarse más aceleradamente por la tarea de dirección, y porque en ellas recae el frenado.
Mantenerlas con la presión de aire adecuada también es esencial para su conservación. Acostúmbrese a revisar el aire con un medidor al menos una vez cada 15 días, y completar el aire cuando la presión esté baja.
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