SI bien la tecnología ha incorporado una serie de elementos adicionales y ayudas electrónicas orientadas a mejorar la seguridad activa de los vehículos, el primero de ellos sigue y seguirá siendo el sistema de frenos.
Tanto es así que de su buen funcionamiento depende la integridad de los ocupantes de un vehículo y de otros usuarios de las vías.
En los vehículos de gamas comprendidas entre baja y media alta, el sistema suele estar compuesto por discos delanteros, accionados por pastillas, y tambores posteriores, accionados por zapatas.
Tanto las pastillas como las zapatas tienen un determinado tiempo de duración, que en gran medida depende del estilo de conducción de cada persona. Por ejemplo, alguien que acostumbre a descender pendientes en marchas altas o en neutro pisará mucho más el freno que alguien que aplica ‘frena con máquina’, es decir, que se ayuda con las marchas bajas para evitar que el auto desarrolle velocidades.
Pero aun cuando se trate de un desgaste prematuro o normal, tanto las pastillas como las zapatas tienen un cierto tiempo de vida útil, luego del cual deben ser cambiadas. Entre los síntomas que evidencian su desgaste están una respuesta de frenado más tardía y, en algunas ocasiones, chillidos durante frenadas normales.
Respecto de los frenos, se aconseja realizar un chequeo al menos una vez al año, o cada vez que el conductor note una pérdida de eficacia. Asimismo, el líquido que posibilita el funcionamiento de este sistema hidráulico debe cambiarse máximo cada dos años.