El precio que los propietarios de vehículos pagan por concepto de mantenimiento rutinario no debe ser visto como un gasto, sino como una inversión. De esas tareas periódicas se deriva la tranquilidad de trasladarse de un lugar a otro con seguridad y confianza, sin correr el riesgo permanente de quedar varado en cualquier momento y lugar por un desperfecto previsible.
Más que de la marca y/o modelo del auto, la experiencia demuestra que la fiabilidad depende de la oportunidad con la que el propietario lleva su vehículo al taller para efectuar tareas sencillas como cambio de aceite, ABC de motor y frenos, alineación y balanceo de llantas, entre otros trabajos.
Una expresión popular, muy difundida entre los técnicos, sentencia que: “No hay carro malo, sino dueños descuidados”. La frase cobra un sentido más amplio cuando se toma en cuenta que al invertir unas cuantas decenas o hasta cientos de dólares cada vez que se hace necesario, usted está cuidando los miles que cuesta su vehículo.
Por eso, las siguientes páginas son una guía sobre algunos de los procedimientos de cuidado más usuales e importantes para ese fin.