Tras nueve meses en la búsqueda de una salida a su complicada situación financiera, el fabricante sueco Saab finalmente se declaró en bancarrota y solicitó la protección estatal el pasado 19 de diciembre.
La última esperanza de la marca era recibir una inyección de capital del grupo automotor chino Youngman. No obstante, este dio marcha atrás en sus planes de inversión ante la negativa de General Motors, que mantiene una pequeña participación en Saab, de incluir en la negociación la transferencia de tecnología de su propiedad.
“Aunque esto parezca el fin, Saab puede volver a levantarse de las cenizas como el Ave Fénix”, dijo Victor Muller, presidente y principal accionista de la firma Swedish Automobile, propietaria de Saab. Pero el panorama luce sombrió al tomar en cuenta que Saab debe el salario a sus 3 500 empleados de la fábrica de Trollhattan desde finales de noviembre y tiene deudas millonarias con sus proveedores.
Hasta inicios del 2010 la empresa perteneció a GM, que entonces la vendió al fabricante holandés Spyker Cars. Todos los intentos de colaboración con sus socios en Rusia y China para salvar la empresa resultaron vanos. En su declaración de insolvencia ante el tribunal de Vanersborg, Muller declaró que sigue habiendo varios socios internacionales interesados en una adquisición completa del fabricante de automóviles.
Fundada en 1937 para la construcción de aviones, Saab se hizo un nombre en la industria automovilística a partir de 1947, gracias a sus modelos de alta tecnología. Como un pequeño fabricante de nicho, con 100 000 unidades al año, Saab fue puesta a la venta como consecuencia de la crisis financiera. Mientras su competidor local, Volvo, tuvo éxito tras ser adquirido a Ford por la china Geely, a Saab le fue cada vez peor.
Después de haber producido 30 000 autos en el 2010 y solo 13 000 en el 2011, la firma enfrenta la posibilidad de desaparecer.
Fuente: DPA