La prueba de manejo

Hace unos días, un conocido me comentó sobre la decepción que se llevó luego de comprar un auto nuevo. El modelo le gustó mucho desde que lo vio por primera vez, y se propuso adquirirlo en cuanto le fuera posible hacerlo.

Al cabo de un tiempo se dieron las condiciones necesarias para la compra y, sin dudarlo, completó el valor del vehículo mediante un crédito bancario a un plazo de 36 meses. Hasta ahí todo marchaba bien, pero ya con el auto en su poder notó que el desempeño en marcha no era el esperado, además de que no se sentía cómodo en el puesto de conducción luego de intentar múltiples regulaciones en la posición del asiento y altura del volante.

Aunque esta persona llevó a cabo el proceso de compra dentro de los parámetros que consideró apropiados, cometió dos errores importantes: no solicitó una prueba de manejo del vehículo antes de comprarlo (algo que en la actualidad ofrecen prácticamente todas las marcas) y tampoco consideró otras alternativas en caso de falla del plan A.

La emotividad suele actuar como enganche con un determinado producto, pero la racionalidad debe ser la que impulse la toma de la decisión, especialmente cuando la inversión es considerable.

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