A fuerza de presenciar ciertos acontecimientos irregulares con relativa frecuencia, los ciudadanos solemos perder la capacidad de asombro y de indignación. Sucede, por ejemplo, cada vez que vemos a un vehículo grande (generalmente un todoterreno o una camioneta) que circula sin placas, con vidrios polarizados y cuyo conductor no exhibe el menor respeto por las señales de tránsito ni por los demás usuarios de las vías.
Se pasan los semáforos en rojo, se cruzan o cambian de dirección sin activar las luces direccionales, se detienen en cualquier parte, etc. Y muchas veces esto sucede ante la mirada pasiva de los agentes de tránsito que se encuentran en el lugar.
Se sabe que esos vehículos por lo general pertenecen a entidades estatales y que se utilizan para transportar a altos funcionarios gubernamentales. No obstante, si no forman parte de una caravana que cuente con la respectiva escolta policial o militar, sus usuarios deberían exhibir el mismo respeto a las normas de circulación que los conductores particulares, miembros de la sociedad civil.
Para lograr una convivencia social armoniosa, especialmente en tiempos de agitación política, el buen ejemplo de las autoridades es fundamental.