Resulta difícil imaginar una economía nacional dinámica sin un motor que la impulse permanentemente. Sin duda ese motor es el transporte terrestre, y particularmente el que agrupa a los vehículos pesados.
Cada vez que usted va a un supermercado o a cualquier centro de abasto, con solo estirar la mano obtiene de una estantería los productos que necesita y desea. No obstante, para que eso sea posible hay detrás un complejo sistema de transporte que debió movilizar esos productos desde sus lugares de producción o acopio hasta ponerlos al alcance de los consumidores en todo el país.
Ese intercambio, que la mayoría de las veces es visto como cualquier otro hecho cotidiano, tiene una incidencia directa en el desarrollo de los pueblos y en el bienestar de las personas.
En un país geográficamente pequeño como el Ecuador el transporte pesado desempeña un papel fundamental en esos ámbitos, pues las distancias se cubren en lapsos relativamente cortos. Ello explica la gran cantidad de marcas y modelos disponibles en el mercado local, para atender las necesidades de una sociedad cambiante y que cada vez demanda más productos y servicios.