FERNANDO ROBAYO/ Editor
La proximidad de las fiestas de fin de año motiva todo tipo de reuniones sociales entre amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc., en las que casi nunca falta algún licor para hacer un brindis. Hasta ahí todo está muy bien, pero lamentablemente no son pocas las personas que a partir de ello se exceden en el consumo de alcohol y después lo combinan con la conducción.
Por esta razón, diciembre es un mes que tradicionalmente registra altos índices de accidentes de tránsito causados por la embriaguez. Si bien los controles de las autoridades en las vías ayudan a detectar los riesgos potenciales y a prevenir las desgracias, no son la solución al problema. Esta solo puede surgir desde el interior de cada individuo, una vez que toma conciencia de la gravedad de una situación que pone en riesgo su propia integridad y la de los demás usuarios viales.
Y en ello el entorno desempeña un rol fundamental. Designar previamente un conductor que se mantenga sobrio, impedir que alguien que ha tomado se ponga detrás del volante o, mejor aún, evitar los excesos, son medidas que ayudan a reducir los peligros en las calles y que pueden ponerse en práctica independientemente de la época.