El taller de la mecánica Miranda logró la autorización de los técnicos de la FIA en el 2008. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Los Marco Miranda, padre e hijo, son los encargados de preparar la seguridad interna de los autos de competencia.
En un pequeño taller se realizan los cambios y las adaptaciones de los automóviles de rally desde 1972, en el sector de Izamba, al norte de Ambato.
Según datos de la mecánica Miranda, 200 pilotos, que participan en los torneos de rally a escala nacional y provincial, tiene su sistema de seguridad homologado por la Federación Internacional de Automovilismo, (FIA). El resto de conductores acude para perfeccionar con los requerimientos.
Los Miranda lograron la autorización de los técnicos de la FIA desde el 2008. El registro les permitió ser parte del equipo de Paúl Zea y Luis Valverde. Los pilotos ambateños compitieron en el campeonato mundial de rally, desarrollado en Córdoba, Argentina.
El Mitsubishi EVO IX RS, de Paúl Zea, que compitió en ese campeonato internacional, fue preparado por el mecánico ecuatoriano en toda la parte de seguridad. El motor turbo alimentado tuvo que ser sujetado en la parte inferior; se ubicó una X en el interior del auto.
Padre e hijo trabajan juntos en el taller. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
“Las jaulas de seguridad dan confianza. Algunos compañeros pilotos han sufrido accidentes pero salieron ilesos. En las dos participaciones anteriores recibimos felicitaciones por el sistema de seguridad de técnicos de la FIA”, explica Zea.
Asimismo, la nueva adquisición del piloto ambateño Luis Valverde, un Mitsubishi EVO X, fue preparado en el taller de los Miranda.
El coche participa en las válidas organizadas por el Tungurahua Automóvil Club y se alista para ser parte de la Vuelta al Ecuador 2014, que está prevista para el 16 de octubre próximo.
La marca Miranda en este último torneo también se palpa ya que ocho de los 12 vehículos de la categoría más de 2 200 centímetros cúbicos tienen su sistema de seguridad.
La preparación académica de Marco Jr., de 43 años, le permite realizar los estudios estructurales, de fuerza y carga de cada uno de los automotores. Además, su visita a talleres automotrices en Italia y España le sirvió para aprender nuevas tecnologías en seguridad.
Las máquinas, en su mayoría adaptadas por ellos, están distribuidas en tres espacios dentro de su taller. En otra fila se ubican los coches que esperan la transformación.
Un grupo de ayudantes es el encargado de desmontar los asientos, el tablero, el motor y el sistema eléctrico. La pintura también es retirada con un químico.
Los autos son renovados desde la pintura hasta la seguridad. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
“Volvemos a soldar las diferentes uniones del auto. El proceso es necesario para evitar que las latas se desprendan en las vías de tierra, lastre o empedrado. También se ubican las bases para la armadura interna del carro”, dice Marco Jr.
Otro de los automovilistas que cuenta con los servicios de los Miranda es Aldo Paredes. Él elogia la arquitectura de la mecánica. “Confiamos en las armaduras que colocan en los autos. Por eso los pilotos acudimos sólo a esa mecánica”.
Mientras la música nacional se reproduce en un pequeño parlante, Marco Miranda padre recorre el taller. Para apagar el transistor debe eludir una cortadora de latas, un monta cargas, máquinas de soldar, anaqueles con cajones de herramientas y tarros con cientos de tuercas y pernos.
Los Miranda trabajan en la seguridad de autos de carreras. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Sus ojos se humedecen al recordar que el piloto ambateño Juan Carlos Naranjo le regaló su primer trofeo de las competencias de rally en 1998. Con su mano derecha indica que el trofeo está en su oficina.
“El doctor (Juan Carlos Naranjo) corría en un Volskwagen Amazon y cuando llegó al sector de Panzaleo en Tungurahua se detuvo porque al carro se desarmó en la zona inferior. Gritaba improperios. Revisé el auto y observé que la palanca de cambios estaba dañada. Solo ubiqué un perno y aseguré con un alambre esa zona del auto. Ganó la prueba”, recuerda.
Marco padre, de 65 años, aprendió del oficio en una fábrica de carrocerías Hidalgo y Varma. El nacimiento de su hijo le obligó a probar suerte solo y aplicar sus conocimientos.
Él, al principio, solo hacía cabinas para buses, luego elaboró complementos de los tráileres y ahora hace los de los autos.
Ahora los dos asisten con frecuencia a ver los rallies que se realizan en las carreteras del país. Ellos disfrutan con su labor en el ámbito ‘tuerca’.