En Japón, los maestros artesanos reciben el nombre de takumi. En la planta de Nissan de Yokohama, solo cuatro takumi están autorizados para poner su nombre en el deportivo emblemático de la compañía, el legendario GT-R.
Izumi Shioya, Nobumitsu Gozu, Tsunemi Oyama y el líder Takumi Kurosawa, quienes juntos suman más de 100 años de experiencia, son los cuatro artesanos que arman manualmente los motores VR38 de doble turbo, orgullo de la planta y de Nissan.
La planta de Yokohama ha fabricado más de 35 millones de motores en los casi 80 años de trayectoria de Nissan, y este grupo tiene a su cargo una gran responsabilidad y un papel histórico.
“Al firmar un bloque motor siento que represento a Nissan y que soy reconocido como uno de los constructores de motores del GT-R”, explica Kurosawa. “Estoy realmente orgulloso de ello”, añade.
La automatización se ha convertido en uno de los estándares de la construcción de automóviles en el siglo XXI, pero la sala de Yokohama monta apenas 374 motores y sigue utilizando técnicas manuales.
“Cuando se inició la fabricación del GT-R en 2007, el ajuste de las válvulas estaba mecanizado, pero hoy todo el proceso es manual. Todo se mide, se ajusta y se mide de nuevo. Después de los controles manuales y la confirmación, el vehículo está listo para entregarlo a los clientes”, asegura Oyama.
Kurosawa, cuyo nombre de pila quiere decir “maestro artesano”, monta tanto los motores de los GT-R de serie como los de los Super GT300 de competición.
“Si se tratara solo de montar motores de GT-R, cualquier persona mínimamente hábil podría aprender a hacerlo en tres o cuatro meses. Pero los GT-R se utilizan tanto para ir de compras como para rodar a 320 km/h en circuito y, por lo tanto, se requiere una gran precisión en el montaje de cada pieza”, indica.
Kurosawa no solo es el responsable del montaje del motor, sino que debe juzgar el acabado y responsabilizarse de la precisión. Cada motor del GT-R está construido por un único artesano y eso es lo que le diferencia de otros motores.
El propulsor de 3,8 litros genera 545 caballos de potencia y se prueba a fondo en la planta antes de recibir la aprobación final.
Después de un montaje de seis horas, el takumi estampa su firma en el bloque que colocó, lo que garantiza un nivel de calidad óptimo.
“El cliente del GT-R establece una relación muy particular con su auto”, explica el takumi Gozu. “Yo también soy propietario de un GT-R y, por lo tanto, conozco las expectativas del cliente y pongo mis cinco sentidos en la construcción del motor, ya que quiero transmitir esa pasión a los clientes”, agrega.
Izumi Shioya ha construido muchos motores en las dos últimas décadas, pero sigue buscando la perfección. “Considero que un motor perfecto es aquel del que estoy convencido que proporcionará las más altas prestaciones”, explica.
Las tarjetas de presentación de los takumi no mencionan su estatus entre los mejores constructores de motores del mundo, pero todos ellos destacan el honor de tener su nombre en una placa, en cada GT-R. Con ello se forja una leyenda de artesanía de altísima calidad.
Fuente y fotos: nissannews.com