Redacción Deportes
La FIFA tiene varias razones para prohibir las imágenes de Adolf Hitler y los símbolos nazis en los estadios. Una es obvia: rechazo al racismo, la violencia y la intolerancia.
Pero también hay otro motivo: no olvidar el papel que cumplen los tiranos como Hitler en el deporte. El líder nazi y sus partidarios intentaron usar varios eventos deportivos para su causa política y cometieron actos delictivos en contra de los deportistas.
Uno fue la triste historia del austríaco Matthias Sindelar, apodado el ‘Mozart del fútbol’ por su dominio del balón. Nacido en 1903, aún es considerado el mejor jugador de la historia de Austria, una potencia del fútbol en la década de los treinta.
Sindelar se quedó sin selección nacional en 1938, cuando los nazis invadieron Austria y anexionaron el país a Alemania, que curiosamente no contaba con un equipo poderoso en fútbol.
Los nazis no eran aficionados a ese deporte, pero el ministro de propaganda, Joseph Goebbels, no quería desaprovechar su impacto social. Después de todo, su aliado italiano, el ‘Duce’ Benito Mussolini, sacó provecho del título mundial de 1934,cuando los árbitros ayudaron a Italia.
Los nazis decretaron, pues el fin de la Selección de Austria, la cual se despediría en un duelo amistoso con Alemania. Sindelar, de origen judío, marcó el gol del triunfo y lo festejó bailando burlonamente frente a la tribuna de los nazis.
Nunca se lo perdonaron. Sindelar fue un perseguido más. Investigado por la Gestapo junto con su familia y apartado del fútbol, murió en 1939, por inhalar monóxido de carbono. Nunca se supo si fue homicidio o suicidio.
El tenista Gottfried Alexander Maximilian Walter Kurt von Cramm también fue presionado por los nazis, que lo consideraban un exponente de la superioridad de la raza aria. Recibido por Hitler tras ganar el Roland Garros de 1934, Gottfried von Cramm intentaba no formar parte de la propaganda nazi.
Al contrario, rechazó afiliarse al NSDAP (el partido nazi), protestó cuando prohibieron jugar a un compañero judío y, cuando estaba en el extranjero, no ocultaba sus críticas a Hitler.
En 1937 comenzaron sus reales problemas con el Régimen nazi, cuando Hitler lo telefoneó para exigirle que ganara la eliminatoria de la Copa Davis a Estados Unidos. La eliminatoria estaba 2-2 y el ganador saldría del encuentro entre Von Cramm y el estadounidense Don Budge.
Ambos sostuvieron uno de los mejores cotejos de la historia del tenis, ganado por Budge.
A su regreso a Alemania, Von Cramm fue detenido por la Gestapo, acusado de mantener una relación homosexual con un judío exiliado (el actor Manasse Herbst) y de enviarle dinero al extranjero. El mejor tenista alemán fue condenado a un año de prisión, aunque la presión internacional logró que Hitler lo liberara a los seis meses.
La odisea de Von Cramm no se detuvo. En 1939 se le impidió jugar en Wimbledon, en el US Open y en Roma. Luego, estalló la Segunda Guerra Mundial y fue enviado al frente soviético.
Sobrevivió y, acabada la guerra en 1945, logró retomar su carrera deportiva y su vida privada. También se hizo hombre de negocios. Murió en 1967, en un accidente de tránsito en Egipto.
Otros atletas sufrieron la persecución nazi, con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, armados por Hitler para su propaganda política.
Una fue la saltadora de altura Gretel Bergmann, quien se exilió en Inglaterra antes de los Juegos. Las presiones sobre su familia judía la obligaron a competir por los nazis en las rondas clasificatorias. Logró su cupo, pero luego fue expulsada del equipo.
Su reemplazo fue Dora Ratjen, quien se demostró, 30 años después, que en realidad era un hombre que los nazis habían infiltrado para garantizarse un mayor éxito.
Por todo estos casos y muchísimos más, la imagen de Adolf Hitler no tiene cabida en los estadios del mundo.
Cuatro guiños recientes a Hitler que han generado polémica en el deporte
Max Mosley, directivo de la Fórmula Uno e hijo de un inglés simpatizante del fascismo, fue acusado en el 2008 de organizar una orgía con referencias hitlerianas.
Bernie Ecclestone, el millonario dueño de la comercialización de la Fórmula 1, dijo en el 2009 que Hitler “conseguía que las cosas funcionasen”. Luego ofreció disculpas.
Mauro Zárate, el argentino del Lazio, hace una semana miró un partido con los barrabravas e hizo el saludo fascista. Luego, dijo que no sabía quién era Hitler o Mussolini.
Paolo di Canio, jugador del Lazio, fue multado con USD 14 000 por hacer el saludo fascista en un partido del 2005. Di Canio se autodefine como fascista, pero no racista.