Antes de que a Frickson Erazo lo llamaran el ‘Elegante’, usted fue uno de los primeros en ganarse ese apodo. ¿Quién lo asesora a la hora de vestir?
(Risas). Mi esposa. Para decirle la verdad, pocas veces he comprado ropa para mí. Siempre es ella la que elige y por suerte me queda bien.
¿Es vanidoso?
No. Pero creo que los futbolistas somos un espejo, un clon a imitar. Uno siempre debe estar elegante, bien vestido. Pienso que en la calle me van a ver y van a decir: mira ahí va Johvani Ibarra, ¡qué bien se lo ve!
Y las joyas. ¿Le gustan?
Tengo una cadena y es la que me regaló mi esposa. La uso siempre porque tiene un gran significado para mí. Me la pongo incluso cuando juego fútbol. Muchos árbitros me la han visto, pero les he explicado que por mi posición de arquero es difícil que alguien me la arranque. Para evitar problemas uso un saco con cuello alto.
¿Qué significado tiene esa cadena?
Representa nuestros anillos de bodas. Mi esposa me la regaló para alivianar la pena que sentía después de que le robaran la cartera con el anillo dentro. Fue después de salir del estadio Olímpico Atahualpa. Yo jugaba en El Nacional. Desde que me la regaló no me la saco para nada. Es un amuleto para mí.
Tiene 44 de edad. ¿Cuántos de ellos junto a su esposa Viviana?
Muchos, muchos. Parece que fuese joven aún, pero ya… No mentira, aún soy joven. Son 22 años de feliz matrimonio.
¿En serio? ¿Nunca ha querido botar la toalla?
No, nunca y no la quiero botar. Ella es una persona buena, carismática, dedicada a la familia. Soy feliz a su lado y al lado de mis hijas. Además de cuidar a su familia, ella está pendiente de las boutiques. Hoy tenemos dos y pronto abriremos la tercera.
¿Cuál es su rol en el negocio familiar?
Doy ideas, aportó con mi conocimiento. Ahora mismo estoy estudiando Administración de Empresas, aquí en Sangolquí. Tengo clases desde a las 18:00. Mi esposa, en cambio, fiscaliza, ayuda con el marketing. Ella también estudió Administración.
Para sumar más de dos décadas junto a una misma persona ¿se necesita mucho romanticismo?
(Carcajadas). También, pero le cuento que nosotros casi nunca estamos separamos. Ella tiene su medio de transporte y yo el mío, pero preferimos movilizarnos en uno solo para pasar más tiempo reunidos. Ella me deja en el entrenamiento y me pasa recogiendo. Ahora mismo, para la entrevista con usted, me trajo para acá (Polideportivo de Sangolquí). Ella se fue a dejar a las niñas en el catecismo y ahora viene por mí y juntos recogeremos a mis hijas.
¿Tiene planeado algo especial para el 14 de febrero: Día del Amor?
Sí. Pero para mí no es necesario que llegue un determinado día para hacer algo especial. Todos los días son buenos para ofrecer detalles a la pareja.
¿Nos quiere contar cómo conquistó a su esposa?
(Risas) Con un helado de mora.
¿Se acuerda de la primera vez que la vio?
No me puedo olvidar. Iba en bus y hacía mucho calor. Yo me subí con un helado de mora y entre la multitud miré a un negrita bien bonita. Ella se destacaba del resto. Hacía mucho calor y yo le ofrecí el helado. Le dije: ¿quieres? Con qué sed estaría ella que me dijo sí.
¿Ahí nació el romance?
(ja,ja,ja) No. Son cosas del destino. Nosotros somos del Valle del Chota, no somos del mismo caserío, pero entre uno y otro hay una distancia de 50 metros. Nunca nos conocimos ahí. Yo vine a vivir a Quito y la familia de Viviana también. Yo me llevaba muy bien con su mamá. Le gustaba el fútbol, era hinchada del Deportivo Quito. Una buena tarde yo invité a mi suegra a bailar, en agradecimiento por su ayuda. Mi suegra me dijo que no, que estaba ocupada, pero que podía ir con su hija. Me llevé una gran sorpresa cuando nos presentó. Era ella, la chica que conocí en el bus.
Su otro gran amor es el fútbol. ¿Cuántos años más usará los guantes?
Aún no lo sé. Yo todavía quiero jugar.
¿Le ha sido sencillo combinar la dirección técnica con el rol de jugador?
No me quejo. Pero la faceta de hacer un doble trabajo es complicadísima. Además de jugar, tengo que dirigir a mis compañeros. Yo me entrenó con el resto de arqueros en la mañana y después trabajo como técnico.
El año pasado Clan Juvenil estuvo cerca de ascender a la Serie B. ¿Cuál es el propósito en esta nueva temporada?
Llegar a la Serie B. Es el sueño de todos. Cuando la directiva me llamó, el objetivo era mantener al equipo en Segunda Categoría. Me fue bien y ahora vamos por más.
¿Por qué se hizo de rogar tanto antes de aceptar el cargo de DT?
(Risas) Todavía no me siento como un técnico. Aunque mi deseo es ser el mejor DT, aún no me siento así. Yo tengo ganas de jugar y por eso alisto mi maleta todos los días y me voy a entrenar. Cuando cuelgue los guantes mi meta será convertirme en el mejor estratega de Sudamérica.
¿Y qué se necesita para ser el mejor DT?
El carisma lo tengo, las ganas también y conocimiento no me falta. Tengo algunos cursos realizados en el país. Creo que es solo cuestión de decisión y eso es lo que voy a tomar en poco tiempo. Cuando me decida espero estudiar en el Instituto de la Federación Ecuatoriana de Fútbol o en Holanda. En ese país está mi sobrino Renato Ibarra.
¿Quién fue el técnico que le sembró el deseo de estudiar dirección técnica?
Tengo buenos recuerdos de muchos, pero sobre todo, de Ever Hugo Almeida y Dragan Miranovic.
Johvani Ibarra. El ahora golero y técnico del Clan Juvenil, de Sangolquí, que milita en la Segunda Categoría, debutó con El Nacional, en 1995.
Experiencia. Debutó como entrenador-futbolista el año pasado. En su etapa de deportista jugó en el Deportivo Quito y fue campeón en la temporada 2008.