Latinoamérica sufre una pesada carga de la violencia, con más de 100 000 homicidios registrados por año. La mayoría de los países de la región tienen tasas de homicidio con niveles de epidemia, según la Organización Mundial de la Salud, con cifras mucho más altas que otras regiones del planeta.
Los costos humanos y sociales de esta violencia son demasiado altos, destaca el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su informe “Seguridad Ciudadana con Rostro Humano: Diagnóstico y propuestas para América Latina” 2013-14.
La región latinoamericana –destaca el informe- avanza en la reducción de la pobreza y la desigualdad, en el crecimiento económico y la estabilidad financiera. No obstante, persiste el problema de la inseguridad.
No es de extrañar –señala el informe- que el tema haya escalado en América Latina hasta convertirse en la principal preocupación pública en muchos países. El nivel de inseguridad que muchos sufren en la región impide el desarrollo humano.
El flanco débil de la región es la violencia, el crimen y la inseguridad. En la última década la región ha sufrido una epidemia de violencia, acompañada por el crecimiento y difusión de los delitos, así como por el aumento del temor entre los ciudadanos.
Entre 2000 y 2010 la tasa de homicidios de la región creció 11%, mientras que en la mayoría de las regiones del mundo descendió o se estabilizó. En una década han muerto más de 1 millón de personas en Latinoamérica y el Caribe por causa de la violencia criminal.
Por otra parte, considerando los países para los cuales se cuenta con información, incluido Ecuador, los robos se han casi triplicado en los últimos 25 años. Y, en un día típico, en América Latina, 460 personas sufren las consecuencias de la violencia sexual; la mayoría son mujeres. La violencia y el delito dañan directamente el núcleo básico de derechos que están en la base del desarrollo humano: la vida y la integridad física y material de las personas.
Según el informe, el robo es un problema de inseguridad común para la mayoría de los países de la región. En la investigación del PNUD destacan tres hallazgos: En América Latina se ha extendido el problema de robos, y el uso de violencia ha aumentado. La gran mayoría de los robos involucran valores relativamente menores y no se denuncian. Se han desarrollado amplios mercados de productos robados, a través de una gran cadena de comercialización.
El robo –agrega- se ha convertido en un acto más cotidiano que excepcional en la región. La mayoría de los delitos que ocurren son robos. Así como hay avances notables en la el sistematización del registro de homicidios, “no se ha logrado esto con los robos”.
Se observa un crecimiento en la tasa de robos registrados de todos los países, con excepción de Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Venezuela.
Las encuestas de victimización permiten dimensionar la magnitud del robo y de otros delitos, ya que es posible estimar la cifra oculta.
Hay diferencias entre el robo medido por registros administrativos (cifras de entidades oficiales), en contraste con encuestas de victimización. Destaca que las tasas de victimización por robo (los porcentajes de la población que dicen haber sufrido un robo en cada país) difieren notablemente de los registros administrativos.
Una de las razones que explican esta disparidad es la falta de confianza en la capacidad de respuesta de las instituciones en distintos países, lo que puede incidir en los bajos niveles de denuncia.
El porcentaje de la población total que fue víctima de robo, tanto con violencia como sin ella, varía del 10.82% en Chile hasta el 25.19% en Ecuador. Esto es, 10 de cada 100 chilenos y 25 de cada 100 ecuatorianos fueron víctimas de robo en el último año (2012).
El robo con violencia
Las estadísticas disponibles para algunos países corroboran que, junto al incremento del robo, también existe un marcado crecimiento en el último año en el uso de la violencia al cometerlo. La violencia o amenaza en los robos suele involucrar el uso de arma de fuego o arma blanca. En algunos casos, ya sea porque las víctimas del robo se resisten o porque el victimario es inexperto o incapaz de someter a la víctima por medio de la amenaza del arma, el atacante la dispara, por lo cual, algunos robos pueden derivar en heridas graves u homicidios.
Según la encuesta LAPOP-PNUD 2012, cerca del 80% de las personas en la región que declaran haber sido víctimas de un delito en los últimos 12 meses sufrieron algún tipo de robo, ya sea con o sin violencia.
En Chile y Uruguay la mayoría de los robos se cometen sin violencia. Lo mismo se observa, aunque en menor medida, para países como Costa Rica, Perú y Bolivia. En ningún caso, el porcentaje acumulado de otros delitos excede el 35%, y México es el país donde la explicación de la victimización por el robo es más baja.
Las encuestas a reclusos ratifican el uso extendido de armas y de violencia física en los robos.
En Argentina, el uso de armas de fuego en los robos es muy alto, prácticamente el 80%, mientras que en El Salvador y Chile es del 36%.
Los datos desagregados por género muestran que, en general, las mujeres son en mayor proporción víctimas de robo sin arma ni agresión física, mientras que los hombres son víctimas de robo a mano armada. Es decir que la inseguridad impacta de manera diferenciada a hombres y a mujeres.
La percepción de inseguridad
El delito, la violencia y la percepción de inseguridad son un problema común pero diferenciado para los países de América Latina.
Los latinoamericanos destacan a nivel mundial por el temor generado por la inseguridad. En 26 países más del 50% de sus habitantes se sienten inseguros, caminando solos por la noche. Según la muestra de la encuestadora Gallup, 10 de los 18 países analizados en este informe están entre los países con mayor temor.
La percepción de temor está relacionada con múltiples factores que incluyen la cobertura noticiosa del delito, los relatos ciudadanos y la falta de confianza interpersonal y en las instituciones. De acuerdo con la encuesta LAPOP-PNUD 2012, 3 de cada 10 ciudadanos latinoamericanos afirman sentirse inseguros en su barrio, y 5 de cada 10 perciben que la seguridad en el país se ha deteriorado. Existen diferencias entre la percepción de inseguridad y el porcentaje de personas que han sido víctimas del delito. Siempre es mayor la percepción de inseguridad que la victimización directa.
La opinión de los ciudadanos puede ser un parámetro sesgado para observar la dimensión y la intensidad de la inseguridad. Lo relevante es que la percepción de inseguridad y el temor varía según el género, la situación social y la de edad. Una evidencia que ilustra cómo el miedo afecta a los latinoamericanos es que el 13% de los encuestados a nivel regional reportó haber sentido la necesidad de cambiar su lugar de residencia por temor a ser víctima del delito. Respecto al número total de habitantes de América Latina, este 13% equivaldría a 58,8 millones de personas aproximadamente; es decir, todos los habitantes de Colombia, más los de El Salvador y Costa Rica.