Los tsáchilas renuevan sus cabañas típicas

La nueva cabaña del Museo Tsáchila se caracteriza por tener un orificio en el centro del techo. Lo hicieron así para que en los rituales se cree un eje electromagnético. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

La nueva cabaña del Museo Tsáchila se caracteriza por tener un orificio en el centro del techo. Lo hicieron así para que en los rituales se cree un eje electromagnético. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

La nueva cabaña del Museo Tsáchila se caracteriza por tener un orificio en el centro del techo. Lo hicieron así para que en los rituales se cree un eje electromagnético. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

En el centro cultural y ceremonial Museo Etnográfico Tsáchila, entre enero y abril, se renuevan las estructuras de caña bambú y paja toquilla.

Los constructores nativos explican que lo hacen en ese período por dos razones.
La primera es para evitar que la etapa invernal afecte a la madera, que es la base estructural de las cabañas de ese centro.
La otra razón es que sus instalaciones deben lucir impecables para la fiesta Kasama (Nuevo Amanecer), que para los tsáchilas es una celebración similar a la que realizan los mestizos cada fin de año.

Una de sus  cábalas es reparar todas las instalaciones para que con las estructuras viejas y dañadas se vayan las malas energías y la naturaleza vuelva a conectarse con las comunas.
En estos meses, los tsáchilas revisan las más de 100 cañas de bambú con las que se construyen los centros ceremoniales, las cabañas de música y de exhibición, que son de unos 10 metros cuadrados cada una.

Manuel Calazacón, guía nativo y chamán del Museo Etnográfico Tsáchila, señala que él se encarga del mantenimiento anual de las cabañas. “Cada tsáchila nace con un don. A mí, nadie me enseñó a construir. Pero mis ancestros me guían para hacerlo bien”.
Calazacón tarda dos días en revisar las cinco cabañas del museo. Él inspecciona minuciosamente que la caña esté seca por dentro, que no haya nidos de animales y que los nudos del tejido de paja toquilla estén atados en el techo. Después, recolecta los materiales en el bosque nativo de la comuna Chigüilpe.

El ingreso al centro ceremonial es un triángulo, que repele las malas energías.

En ese remanente se encuentran 12 variedades de bambú. Pero solo dos sirven para la construcción. Esos se caracterizan porque miden más de 10 metros y son verdes.
Por lo general, se ubican al fondo del bosque, por lo que se debe caminar más de dos horas hasta llegar a la plantación, que ha sido recuperada por los tsáchilas. “El secreto es cortar el bambú cuando la luna está en cuarto menguante”.

Augusto Calazacón, líder del Museo Tsáchila, señaló que los constructores prefieren esa fase lunar porque es una temporada en la que hay pocos insectos, como las polillas.
Otro de los trucos tsáchilas consiste en cortar la caña 10 centímetros después de la raíz. Una vez que se corta el tronco se lo deja en el bosque durante 15 días, bajo la sombra de otros árboles nativos.

Después de ese período, la caña adquiere un brillo natural. “Pareciera que la hubiéramos lacado, pero solamente la limpiamos bien”, dice Manuel Calazacón.
Esa madera se seca unos tres días más para, finalmente, empezar con la construcción o reparación, que tarda unos ocho días por cada cabaña.

Al finalizar la construcción, los tsáchilas readecúan el suelo de tierra y el césped. Hacen eso porque durante el invierno se forman baches dentro y fuera de las cabañas.
Para eso también se extrae tierra del bosque. “Es fácil porque se rellenan los huecos y se prepara la tierra con fertilizantes naturales para que el pasto crezca rápido”. También - agrega- se aprovecha para limpiar los senderos.

Este año, el Museo Tsáchila innovó con una estructura original. Se trata de un centro ceremonial, con características estructurales similares a los que usaban los ancestros hace unos 300 años.

Augusto Calazacón se encargó de idear la estructura, que está ubicada en un terreno de 30 metros cuadrados.

La cabaña es un polígono de 10 lados iguales. Carece de paredes y el techo se sostiene con 20 cañas bambú, de más de 20 metros de alto. Estas se recolectaron desde el invierno del 2017 y se empezaron a instalar hace seis meses.

Para fabricar el techo los tsáchilas recolectaron, aproximadamente, mil hojas de paja toquilla, de una plantación que tiene el Museo Etnográfico.
Calazacón señala que el techo del centro ceremonial tiene una entrada de luz en forma de un polígono.

En el centro de la cabaña se encuentran los materiales para hacer rituales.

Se hizo esa figura geométrica porque a través de ella ingresa una gran cantidad de energía positiva, que es fundamental para los rituales de purificación y florecimiento que se realizan en la fiesta Kasama. Además, según la cosmovisión tsáchila, cada lado representa a los 10 dioses de la naturaleza. “Siempre un lado brillará más que otro. Eso se debe a que hay un dios reinando en ese momento. Así sabremos a quién rezarle”.

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